El tiránico régimen comunista de Corea del Norte quiere ser intocable y para ello necesita disponer de poder militar nuclear. A tal fin destina todos sus recursos mientras condena a una existencia miserable a su población. Fue durante los años 90, cuando sus ambiciones nucleares se hicieron evidentes (y posibles). Entonces, la sociedad internacional con el presidente Clinton a la cabeza, optó por una política errónea de appeassement (apaciguamiento). Este un fenómeno de naturaleza político-psicológica, por el cual una parte hace concesiones a otra que se manifiesta de forma agresiva, confiando en que cada concesión que hace sea la última. Cuando este proceso se practica sobre dictaduras, estas lejos de ver voluntad de entendimiento, solo perciben (acertadamente) debilidad. Y claro la dinastía de criminales que rige Corea del Norte desde la Segunda Guerra Mundial, ante la pasividad internacional desarrolló su programa nuclear, que es hoy una amenaza para la estabilidad asiática y global.

Pero el cambio de orientación chino que considera a Corea del Norte un amigo desobediente (además de no desear un vecino militarmente poderoso) y la llegada de Trump pueden cambiar el estado de una cuestión, que parecía condenada a sostenerse en el tiempo hasta que la dictadura norcoreana obtuviera su ansiado poder nuclear y ganar entonces una capacidad decisiva que le permitiría perpetuar el insulto al ser humano que es su régimen. La Administración Trump ha emprendido dos acciones muy significativas. La primera, el ataque contra el régimen de Asad, señala que las líneas rojas (objetivos intocables, otra potencia involucrada...) que pudieran frenar una intervención de EEUU se desdibujan. La segunda, el lanzamiento de una bomba de gran poder destructivo en Afganistán contra objetivos terroristas, particularmente contra infraestructuras subterráneas, indicaría que el Ejército puede estar ensayando para ataques semejantes.

Ambas decisiones muestran voluntad de usar la fuerza (si es necesario), cualidad esencial para el ejercicio de la hegemonía global y encajan a la perfección con la premisa de considerar solo un escenario peor que intervenir contra Corea del Norte, hacerlo si este país tiene capacidad nuclear operativa. Es de sentido común, porque semejante régimen no puede tener bajo ningún concepto tal poder.

El Pentágono valora una intervención militar, evaluando la capacidad de represalia de los norcoreanos. Los puntos principales de preocupación son: un ataque convencional contra Corea del Sur y la detonación de algún tipo de bomba sucia (usando por ejemplo una embarcación civil o un ataque kamikaze). Por ello, el ataque, sería de naturaleza decisiva, cegando al régimen (vía pulso electromagnético) y anulando toda sus capacidades de respuesta a través de bombardeos selectivos pero de intensidad muy alta contra enclaves militares, logísticos y de comunicación.

*Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.