Soy de los que sólo van a misa para bodas y entierros. Debería ir más a menudo y practicar una habilidad que desarrollé en las homilías dominicales de mi infancia: escuchar (aparentemente) un discurso y conseguir que ni una sola idea llegue al cerebro. Impermeabilizar las neuronas es una cualidad muy útil en los tiempos que corren. Solamente los cánticos del coro consiguen que regrese de ese viaje astral, y es que habitualmente el nivel musical de nuestros parroquianos suele ser bastante bajo. Parece que al clero no le gusta mucho el cante y aún menos el baile. Esta debe ser la razón de la falta de ritmo del obispo de Córdoba para sancionar al clérigo condenado por abusos sexuales, o del de Lérida para obedecer al Vaticano sobre los bienes de las diócesis aragonesas.

Mas que una salida de tono, el análisis de la Conferencia Episcopal sobre la violencia doméstica es una inaceptable disonancia. Ya que los nuevos planes educativos se preocupan tanto de la religión, sería bueno que la música no se convierta en asignatura opcional (tiene sólo dos horas obligatorias en toda la ESO). Tal vez así, mejore en algo, todo este coro desafinado.

*Músico