Tuve la suerte de conocerle hace años en uno de mis viajes a Estados Unidos durante una campaña electoral. Me pareció un tipo extremadamente pausado teniendo en cuenta su profesión de periodista, su entorno en una redacción y su trayectoria en mil batallas. Sangre muy fría envuelta en una de esas voces nunca demasiado alta y con un dulce acento colombiano. Daniel Coronell era entonces, y aún lo es ahora, el presidente de noticias de la cadena de televisión Univisión. Había escuchado hablar mucho de él a otros colegas respetados que habían trabajado con él, para él o cerca de él. En un oficio bastante cainita, había consenso en que su valentía y honestidad eran sus dos mejores cualidades.

Coronell vive en Estados Unidos después de tener que abandonar su país natal, Colombia, por las amenazas contra él y contra su familia. Llegaron incluso a enviarle, entre otras muchas cosas, coronas funerarias a su casa. Fue a los tribunales para defenderse y defender su verdad. No le callaron. Y como alguien escribió entonces, con su salida ganaba Álvaro Uribe (el expresidente) pero perdía Colombia. Lejos ya de su tierra, Coronell decidió no romper el cordón umbilical y seguir trabajando por su país de la mejor manera que conoce: haciendo periodismo. La distancia no impidió que siguiera haciéndolo pero tampoco que siguiera recibiendo amenazas de Uribe de manera recurrente.

Desde su columna en la revista Semana hemos podido leer las revelaciones más importantes sobre las cloacas colombianas de los últimos años. Estos días Coronell se ha convertido en noticia, seguramente muy a su pesar. Decidió afear la actitud del medio en el que escribe por ocultar una información muy relevante que The New York Times sí se atrevió a publicar sobre prácticas lamentables en el Ejército colombiano. Su columna ha sido cancelada. Como él mismo ha asegurado después, pudo haber mirado para otro lado. Pudo haber priorizado el altavoz que cada semana le brinda ese medio. Pero no lo hizo. Decidió pedir explicaciones. Y eso ha tenido consecuencias. De nuevo, gana la dirección de Semana pero pierde Colombia.

A diferencia de lo que ocurrió hace unos años, en el siglo XXI gracias a las redes la voz pausada de Coronell se seguirá escuchando seguro en otro medio o en un espacio propio. No andamos sobrados de voces pausadas y valientes dispuestas a plantar cara al poder una y otra vez. Cueste lo que cueste. H

*Periodista