Recientemente se ha informado de la celebración en Zaragoza de un congreso sobre modernas tecnologías de Lógica Fuzzy --difusa o borrosa, como también se llama-- anunciando el evento con la buena noticia de que "las máquinas también piensan". Al leerlo pensé inevitablemente que se trataba de una licencia que solo pueden permitirse los que "piensan" como las máquinas. Y me acordé de una famosa conferencia que pronunció Heidegger en 1929 en la que afirmó rotundamente que "la ciencia no piensa".

Obviamente los filósofos no piensan como los científicos cuando Estos "piensan" como los robots y hablan sin pensar lo que dicen. La lógica borrosa sirve para calcular. Con esa lógica se cuenta lo que pasa y se saca lo que ha de pasar en consecuencia si los datos registrados son lo que son. Es así como se reproduce virtual o físicamente lo que siempre se produce en realidad a partir de los mismos supuestos.

La ciencia como técnica es un saber-hacer cualquier cosa sin hacerse cargo de sí misma, hasta el punto de no entenderse o desentenderse para olvidarse incluso de su malentendido.

Los científicos en cuanto tales --dejando en la percha la dignidad humana-- son expertos que no entienden de fines sino de medios, ni de valores sino de precios, ni de deberes sino de costes. No se hacen preguntas sobre lo que es justo e injusto, el sentido de la vida y nada que dé qué pensar a personas responsables. Ellos solo son competentes para obtener resultados previsibles bajo ciertos supuestos y contando con los medios pertinentes. Dejando la ciencia a un lado, que no piensa, los científicos son también hombres y mujeres como nosotros que no siempre pensamos como personas. Y eso es lo malo, no que la ciencia no piense sino que los humanos "pensemos" como las máquinas.

La derrota de los filósofos y el éxito de los expertos en nuestra sociedad, va a la par con el desprestigio de la política y la corrupción de los políticos. La técnica es un progreso de la razón instrumental al servicio de la razón humana. Si ese instrumento se nos va de las manos o se desmanda, se pervierte y con ella se hace ya lo que se quiere --siempre que se pueda-- aunque no se deba.

La política como ciencia es una técnica. Y la economía, también. Los políticos saben cómo hacerse con el poder y conservarlo; los banqueros cómo hacerse con el dinero y ponerlo a trabajar, ¡que ya es decir!

El Filósofo --así llamaban los escolásticos a Aristóteles-- subordinaba la economía a la política y esta a la ética, que él entendía como filosofía práctica. La ética es un saber, y vivir como se debe según se sabe era para Aristóteles la mayor sabiduría. Pero hoy la política y la economía, como ciencias, no dependen de la filosofía práctica.

Saber hacer una guerra, un discurso, un puente o un estofado requiere tener conocimientos técnicos de estrategia, retórica, ingeniería o arte culinaria respectivamente. Hacer de Dios en el gobierno, hacer dinero en los mercados o hacer el amor en la cama es también una técnica. Para eso no hace falta ser un sabio y basta con ser un experto, y apenas un individuo que actúa --naturalmente-- como sistema: no para desvivirse por nada ni por nadie, sino para reproducirse y perpetuarse a sí mismo.

La reducción de la filosofía a la ciencia y de la ciencia a la técnica ha cambiado al sujeto humano por un sistema psíquico y a la razón práctica por la "racionalidad" del sistema, ignorando a los actores en el mundo de la vida y de la convivencia humana --a las personas y a los ciudadanos-- y observando solo la conducta de sistemas individuales: cada uno a lo suyo, sistemática, científica y racionalmente, como hacen también los sistemas sociales: el político, el económico y el de comunicación respecto a su entorno al que pertenecen todos los sistemas psíquicos, y a la inversa. Y como los políticos, los empresarios, los banqueros, los expertos en cada caso ocupan las instituciones sin dejar de ser por eso sistemas individuales, éstos se aprovechan para afirmarse cada uno a sí mismo frente a su entorno.

La corrupción de lo mejor es lo peor, y lo mejor es el hombre humano. Cuando el hombre no vive humanamente, como debe, a la altura de su dignidad, cuando se le considera por sistema como un objeto y la gente se comporta en general como se le considera, la corrupción se extiende como la peste.

Filósofo