Sería necesario hacer un estudio económico de todo el dinero usurpado por los mangantes que han estafado a nuestro país, a todos los ciudadanos (la lista de infractores es extensísima). Seguramente, la cuantía daría para salir de esta somarda crisis que arrastramos cual si fuéramos presos con bola y cadena. Esos miles de millones darían para que sanidad, educación, transporte, empleo, que están en permanente precariedad de recursos económicos, fueran recobrando una situación de equilibrio para tener, de nuevo, la sensación de que los pilares que sustentan la sociedad del bienestar funcionan equitativamente y se corresponden con los recursos que poseemos. Es curioso observar como el partido del gobierno, al estar en minoría, afina y perfila los temas de corrupción para demostrar que las cosas están cambiando, proyectando una ortodoxia hasta ahora no vista, debido a la lupa de muchos aumentos que tiene alrededor y, aunque otros partidos tampoco se libran de tenerla, la corrupción está siendo motivo para paralizar cualquier avance del adversario en la competencia política. Pero lo más triste de este asunto es que se ha establecido, en espacios más cotidianos, entre gente corriente, entre profesionales acreditados, el espíritu de la indecencia. No se puede entender cómo dos catedráticos de universidad estafan a enfermos de cáncer vendiéndoles un medicamento falso. Es tal la decadencia que se ve en esta sociedad que no la reconozco. Los gobiernos, los partidos corruptos proyectan inmoralidad y si además se arropan, se atrincheran hasta que no se demuestre lo contrario, los ciudadanos acaban perdiendo el norte sumergiéndose en una contaminación difícil de erradicar. Es un tema larvado que nos sorprende por su variedad e incidencia.

*Pintora y profesora de CF