La corrupción fue ayer el tema protagonista en el Congreso de los Diputados. Podemos marcó desde un principio la pauta de su discurso en la denuncia detallada y machacona de los cien y un caso que han afectado al gobierno del Partido Popular. No así al Partido Socialista, que no fue recriminado en este sentido. Ni tampoco haciendo autocrítica (se han dado ya varias corruptelas en Podemos).

La portavoz del partido morado, Irene Montero, se esforzó por tratar de identificar, de cara a la opinión pública, la corrupción con el Gobierno, y á este con un solo partido, el de Mariano Rajoy, responsable de haber ingeniado una trama criminal para desvalijar las instituciones y por ese medio dotar a sus siglas de recursos económicos, permitiendo asimismo el enriquecimiento ilegítimo de aquellos particulares, miembros o no del partido, dispuestos a ejercer labores de mediación.

Que Podemos lo haya logrado o no dependerá en buena medida de la credibilidad que los españoles en su conjunto otorguen, hoy y en el futuro, a este joven partido de izquierdas, dirigido de manera agresiva y poco convencional por Pablo Iglesias.

En el aspecto crítico llevan buena parte de razón, como otros partidos de izquierda mucho antes que ellos, el PCE, Izquierda Unida, Chunta Aragonesista y un largo etcétera de fuerzas comprometidas con políticas progresistas y tradicionalmente enfrentadas a los partidos conservadores que se han ido sucediendo en Madrid y en diferentes autonomías, la aragonesa entre ellas.

Intelectual y retóricamente, la izquierda ha partido siempre con ventaja, pero esos metros por delante han sido neutralizados demasiadas veces por la realidad de un sistema, el neocapitalista, que impera en España muy por encima de la influencia de un solo partido, siendo, por desgracia, el capitalismo el único sistema económico reconocible en estos momentos de globalización, nuevos imperialismos y consumismo desatado, con constantes retrocesos de las administraciones públicas, las políticas de socialización o el Estado de Bienestar, seriamente tocado en la mayoría de las democracias occidentales.

Será ahí, en la contraoferta, en el programa de gobierno, donde Podemos deberá demostrar que, además de la crítica, domina el arte de gobernar. Pero eso queda para más adelante.