Ya lo advierte el antiguo y sabio refrán español: "Las cosas de palacio, van despacio". Y las cosas y cositas de Loyola de Palacio, comisaria europea de Transportes, más despacio aún.

Hace años ya que viene rigiendo, entre los hábitos electorales del PP-Aragón, la costumbre de arrancar la campaña con la presencia de esta combativa y fanática mujer, que ha sido un poco astralica de mano o comodín en manos de Aznar, una chica para todo, trabajadora y recta, y lista para los recados, que en todo cumple y en cualquier momento sabe bien quedar.

De manera que la hermana de Ana Palacio, nuestra ministra externa en el guiñol internacionata, ha vuelto, sin quitarse el "de", para galvanizar en lo posible los decaídos ánimos de sus colegas aragoneses. Un poco, en el conjunto patrio, la división de los torpes, pues fueron, con diferencia, los que peores resultados obtuvieron en las últimas elecciones autonómicas y municipales. La culpa de aquel marrón, como bien ha explicado Elvira Rodríguez, la ministra de Medio Ambiente, no fue de ellos, de los candidatos, Atarés, Alcalde y compañía, sino del pueblo aragonés, algo tardo de entendederas, que se equivocó al votar en contra del trasvase...

En este terreno, Loyola cumple. El trasvase va bien. Ya se preocupa ella de que, allá por Bruselas, Valcárcel y sus cuates se encuentren como en casa. Fíjense si el trasvase va bien que los oligarcas del cemento, todos esos fenicios que salen en las revistas del corazón tocándose los cañetes en yates de treinta metros, andan locos por licitar. A costa de dejar Aragón más seco que Mauritania, se piensan poner ciegos de ganar parné para que sus queridas de catálogo sigan invirtiendo en Loewe. Aznar les ha puesto en bandeja el negocio del siglo, y no van a dejar pasar la oportunidad por unos cuantos baturros y unas bandadas de garzas...

En cambio, el Canfranc va mal. Ya les decía al principio que las cosas de palacio, de Loyola y del Elíseo, van despacio. La supercomisaria tuvo que reconocer en la ZgZ del H2O que se siente impotente para desbloquear la vía internacional. Que monsieur Raffarin, pese a ser conservador, aunque no tanto como debería, no ha previsto euro alguno para el puente de L´Estanguet ni para la restitución de la vía francesa. Que ella, Loyola, pese a sus superpoderes, no tiene capacidad para poner un bulldozer en la frontera. Que los franceses, en fin, no atienden ni escuchan sus recados, y que así no se puede trabajar.

El túnel de Vignemale, asimismo por culpa de Raffarin, el malévolo premier galo, un verdadero Rasputín, también va ni bien ni mal. Loyola no se explica esta resistencia, tanto boicot. ¿Quién, qué gobierno, en los hegemónicos tiempos del imperio americano, se atrevería a desafiar la voluntad de un país aliado de Bush? ¿Cómo es posible que a Aznar, conquistador de Irak, no le autoricen a pinchar los Pirineos? ¿Quién se habrá creído ese Giscard para no dirigirle la palabra y, más grave aún, para despelotarse en privado del cruzado español?

En campaña, Loyola no podrá presumir de los fondos de Teruel (que no existen). Hará, sí, apología del trasvase, para declararse impotente en todo lo demás... ¿A qué vino? H

*Escritor y periodista