Las terminales mediáticas del Gobierno han dado cancha estos días a la nueva ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y mano derecha de Mariano Rajoy en el partido. Y quién sabe si a partir de ahora, también, principal baluarte suyo en el ejecutivo.

Cospedal no es la primera mujer al frente de los Ejércitos de España porque ya se alistó en tal puesto, en épocas de José Luis Rodríguez Zapatero, Carme Chacón, y lo cierto es que la carrera política de la socialista catalana se impulsó con ese misil tierra aire gobierno--partido.

Cospedal, protagonista en la reciente Pascua militar, ha ofrecido desde su toma de posesión una imagen bastante más clásica que su predecesora. Es lo que se esperaba, pues siempre se ajusta a inventario o guión.

Ese clasicismo inmovilista de la derecha, que antes se llamaba señorío, o se definía con los diferentes rangos del honor, la conducirá inevitablemente, en tiempos de independentismo y secesión, al binomio Fuerzas Armadas/unidad nacional. Su discurso será distinto al de Chacón, con menos pacifismos y contemplaciones, con menos modernizaciones y modernidades y más base nacional, mayor apelación a la unidad de la patria y al prestigio de nuestra nación en el mundo de las misiones internacionales, OTAN, operaciones contra el yihadismo, etc.

En la primera soldado de España, la obediencia jerárquica, tan básica en el Ejército no sólo para su disciplina y orden colectivos, sino también para crecer individualmente en su seno es seguramente su mejor virtud.

Matizadamente, la comparte con Rajoy, quien de castrense tiene poco, aunque respete la institución militar, como respeta el resto de instituciones, al punto que, con él en el Gobierno, no habrá reforma constitucional. Con ellos, Rajoy/Cospedal tampoco veremos cambios sustanciales en el Ejército, en el estilo de gobernar ni el Partido Popular, sino continuidad, mínimos virajes al neoliberalismo o a las demandas sociales, manteniendo el statu quo a ser posible con una plácida estancia en el poder. Cospedal no nos llevará a ninguna guerra, pero tampoco luchará por la paz en el mundo más allá de lo que acoten las potencias a las que nos debemos tecnológica y estratégicamente. En el escalafón del PP puede ser la próxima generala; y por eso, ¡ar!, está siempre a la orden.