Menos mal, que Illa dijo no, al planteamiento que los presidentes autonómicos le hacían. Nada de adelantar el toque de queda a las ocho de la tarde. Bien, señor ministro. Haciendo pinitos para ganar las elecciones en su tierra natal, tal y como le pronostica el CIS de Tezanos. La pregunta del millón es, si de verdad creen nuestros dirigentes políticos que el covid se ataja restringiendo la libertad de movimiento de sus ciudadanos a unas franjas horarias concretas. Resulta que ahora el covid solo ataca de noche. Es vampiro. Será por aquello de su supuesto origen. A partir de las seis-ocho de la tarde, sale el bicho a hacer de las suyas, por eso hay que cerrar comercios, bares o gimnasios, todos ellos lugares donde el porcentaje de contagios es irrisorio. Todo, supuestamente, para parar la pandemia, aunque realmente de lo que va la película es de constreñir al máximo las libertades individuales, de convertir a los individuos en meros actores sometidos a la interpretación de un guión infumable e insostenible. Prohiben reuniones de más de cuatro personas, cierran la hostelería a las seis, acaban con los espacios culturales. El ocio responsable es malo. Pero, sin embargo, permiten que los tranvías o autobuses vayan apestados. Ir a trabajar no supone ningún riesgo. Válgame Dios, la distancia mínima entre pasajeros es la de dos amantes comiéndose a besos. Esa es la lógica de nuestros gobernantes. Y luego, tienen a bien criticar la dictadura comunista norcoreana. El que siembra, recoge. Ahí tienen los resultados, cuarta y octava ola que vendrá. La cabra tira al monte. ¿Acaso creen en este país que aunque nos cierren los bares, vamos a irnos a casa solitos, a las seis de la tarde? Les está saliendo el tiro por la culata. Es lo que tienen las dictaduras que, tarde o temprano, caen por su peso.