La Tierra tiene fecha de caducidad. Este mantra, que puede parecer catastrofista, no es más que una realidad. El cambio climático es una de las pruebas más evidentes de que la catástrofe medioambiental a nivel planetario es un hecho. El último informe del programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas, lo más parecido al gobierno del planeta, así lo ha señalado. El titular: la Tierra está enferma y los Estados no están por activar las medidas que los principales tratados ambientales internacionales como Paris o los Objetivos de Desarrollo Sostenible, les exigen para corregir las atrocidades medioambientales derivadas del actual modelo de desarrollo humano. Un modelo de producción y consumo que desencadena la pérdida de biodiversidad, la contaminación mortífera del aire, la invasión de los océanos por plásticos o el despilfarro del agua dulce disponible. Y la cosa va a peor, pues si ahora somos 7.500 millones de habitantes, en el 2.050 seremos unos 10.000. Muchos para tan pocos y malos recursos. Muchos estarán enfermos por vivir, comer, beber y respirar en un mundo contaminado, y tendrán un coste para las administraciones tan elevado, que a estas les saldría más rentable cumplir con el Acuerdo de París (20 billones de euros), que pagar los casi 48 billones de euros en salud mundial, cantidad ingente que deberían abonar para atajar las muertes y enfermedades derivadas de la contaminación de los combustibles fósiles. Entonces, ¿a qué esperan gobernantes del planeta? Evitar el crack planetario es cosa de sus bolsillos.

*Periodista y profesora de universidad