No hay discusión posible. Es un hecho. En cuanto la derecha pierde el poder aumenta el nivel de crispación de la vida política. Están convencidos de que todo vale para descalificar al contrario con tal de mejorar sus perspectivas electorales. Y esta estrategia la siguen tanto la vieja como la nueva derecha. En eso, como en tantas cosas, no se diferencian. La lucha antiterrorista en su momento, Cataluña o la tesis del presidente, da igual. La mentira repetida por los corifeos a sueldo y la caverna mediática, la calumnia, la injuria son herramientas utilizadas con todo descaro. Ni visión de Estado, ni responsabilidad, ni historias. O mando yo o es contra natura. Somos los dueños de la finca y los demás, aunque conquisten el poder con toda la legitimidad parlamentaria, son okupas a los que hay que desalojar. Lo de la tesis del presidente ha sido de traca. Cualquier mindundi, que no sabe distinguir un master oficial de un estudio propio de una universidad o un cursito privado al que llaman igual, ni tampoco un doctorando de un doctor, ni tiene idea de la normativa universitaria que se aplica rigurosamente, (salvo casos patológicos como el del instituto de la URJC dirigido por el que se llenaba la boca con los sexenios), se permite sentar cátedra. Opinadores, algunos sin la EGB, o casi, intentan desacreditar a un tribunal de cinco doctores expertos en la materia. Lo ratificó el director de la Escuela de Doctorado de la Universidad afectada. Sobresaliente cum laude, le dieron, oiga. Así que nada. Ajo y agua.

*Profesor de la Universidad de Zaragoza