El mes de octubre acostumbra cada año a arrojar datos negativos sobre la salud del mercado laboral en España. Las cifras que se acaban de conocer ahora confirman esa regla: el paro ha subido en cerca de 57.000 personas empujando el número de parados hasta casi los 3,5 millones. Una economía como la española basada en una gran temporalidad de los contratos encaja mal el fin de los meses estivales y la consiguiente destrucción de miles de empleos ligados al sector turístico. Solo en dos autonomías (País Vasco y Comunidad Valenciana) se redujo el desempleo el mes pasado, mientras que las otras 15 registraron índices negativos, incluida Aragón, con más de 2.300. La novedad de la última entrega estadística es que Cataluña encabeza la lista negra de aumento del paro registrado, con 14.698 personas más mientras que solo ha creado 1.702 empleos inscritos en la Seguridad Social (frente a los más de 39.000 de Madrid y los 36.500 de Andalucía). No son necesarias grandes dotes de analista para relacionar estas negativas cifras del mercado de trabajo catalán con las inseguridades que genera el proceso independentista. El Gobierno no ha tardado en hacerlo, porque le asiste razones poderosas: si no hay confianza en el presente y futuro inmediato se frenan inversiones, y contrataciones, huyen empresas y caen el consumo y el empleo. El paro se muestra como un indicador de los problemas reales .