Igual que Carlos Sáinz, dijo mi señora mientras veíamos la televisión y ella hojeaba distraídamente una revista. ¿Igual, quién?. ¿Pues quién va a ser?, Zapatero. ¿Zapatero?. Claro, que le crecen los enanos y, en cuanto va a ganar o se acerca al podio, peta el motor, le roban un pirulo o mete la pata el copiloto catalán y se estampa en una curva. Mi señora, en el análisis político es de metáfora contundente.

Bajé a tomar una caña en el Buenos Aires y mi amigo el republicano abjuraba de Carod a pesar de que la víspera lo encontraba molt maco . Oye, tú, lo de Zapatero es como lo del que se le hundió la carabela, le crecen los enanos como pivots. Hombre, dije yo por relativizar, también fue ganar Aznar y que Induráin cogiera la pájara, acuérdate, y eso sí que era difícil. Ya ven qué nivel en las conversaciones, no sé cómo no nos contratan para una tertulia.

Pero tanta insistencia en la estatura de los enanos empezó a preocuparme en su vertiente científica. La verdad es que Tamayo, Sáenz y Carod, por citar los últimos en crecer, no levantaban un palmo del suelo (a los dos primeros ni los habíamos visto, y al otro sólo desde que se subió a la chepa de Pasqual). Conclusión: en Moncloa han descubierto el elixir del crecimiento. Un Nobel ya para Romero de Tejada y para los abnegados científicos del CNI, con mención de honor para Maragall, Ibarra y Bono. Los bajitos estamos de enhorabuena. Y luego dicen que el Gobierno no invierte en I+D.

*Periodista