Es dramático todo lo que está sucediendo ahora, en torno a la pertenencia de Crimea, pero intuyo que la decisión ya está tomada por Rusia y que Ucrania carece de posibilidades reales para impedir la erradicación de aquella estratégica península.

Adviértase que la población de Crimea es mayoritariamente rusa y solo secundariamente ucraniana y tártara, primera e importante consideración a tener en cuenta. Aunque carezca de legalidad, el referendo celebrado allí a la brava y por iniciativa rusa, sin participación alguna del Gobierno ucraniano y con una débil resistencia de este, otra consulta similar que se celebrase con las garantías debidas, cabe que no diera un resultado muy diferente.

Adviértase también que Crimea, república autónoma dentro de Ucrania, no votó para hacerse Estado independiente sino para optar entre seguir perteneciendo a Ucrania o por incorporarse a Rusia. Es bastante comprensivo que los votantes de Crimea decidan pertenecer al Estado más fuerte y este es, evidentemente, Rusia, no Ucrania.

En esta suerte de conflictos que parecen espontáneamente populares, siempre se percibe, a poco que se examinen, circunstancias y reacciones reveladoras de que las grandes potencias van por sendas distintas de aquellos supuestos o reales espontaneísmos y eso sí,los aprovechan para buscar soluciones que disimulen la verdadera responsabilidad de aquellas.

En el conflicto de Crimea parece evidente que EEUU y la Unión europea (UE) se opusieron a la pretensión de Moscú, a sabiendas de que este ejercería su derecho de veto para evitar cualquier pronunciamiento de la ONU sobre la controversia. Eso también, queda saber si el juego de Crimea, tenía prevista una conclusión arreglada de antemano, entre EEUU y Rusia, porque Ucrania no podría intentar nada que sea útil aunque anuncie la movilización (parcial) de sus reservistas.

OJALÁ NO NOS equivoquemos, pero opino que la cuestión de Crimea no va a motivar guerra alguna ni mundial ni localizada en el mar Azov y el mar Negro. Lo que está sucediendo ofrece apariencias de valor entendido entre poderes que disponen de medios parar encontrar soluciones aunque no gusten en Ucrania y también, para compensar a Ucrania bajo cuerda.

Rusia no hace más que asegurar su salida al Mediterráneo; confiemos en que Rusia (iba a decir la URSS, pero esta ya no existe, aunque a veces, como ahora, no lo parezca) no pretenda penetrar más allá en territorio ucraniano porque eso sí podría asegurar una guerra; lo que probablemente no hará Rusia, es abandonar Crimea.

Asegurar las vías de navegación marítima, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, forma parte de las constantes políticas y comerciales de cualquier gran potencia, mediante apoderamientos pactados o conquistados por las armas y de ello, tenemos más de una muestra en la Península Ibérica.

Las medidas sancionadoras anunciadas vagamente por EEUU y por la UE, parecen dar a entender que la sangre no llegará al río, bien porque no resulten viables esas medidas o bien porque solo se trate de vestir el muñeco.

Sin ser por supuesto, un especialista en pronosticar hecatombes, confío sinceramente en que el conflicto de Crimea no produzca ninguna, aún deplorando el drama de los desplazamientos de familias enteras que según las noticias que se publican están produciéndose allí.

Tampoco la inestabilidad interior de Ucrania es precisamente ejemplar ni muy prometedora de tiempos mejores para su población, que en 1997 contaba con un censo de 51.400.000 almas (y cuerpos, claro) sobre un territorio algo superior al español.

El problema de Ucrania, entre Rusia y la UE, se parece algo al de Polonia cuando por el este lindaba con la URSS estaliniana y por el oeste con la Alemania hitleriana; alguien comparó aquel patético emplazamiento, explicando que Polonia se asemejaba a la situación de un grano de trigo entre dos piedras de molino. Aceptemos que Europa está cargada de problemas graves pero aceptemos también, aquello de que solo Dios y los tontos no tienen problemas.