Una vez cerrada la venta de Catalunya Banc al BBVA, y cuando solo falta por adjudicar la parte del león de Bankia, el Estado ha aportado 61.495 millones de euros, de los que ya se han perdido más de 40.000 millones, en la resolución de la crisis bancaria española. Una cifra que dista de ser definitiva. En el caso de Catalunya Caixa se perderá la friolera de 12.052 millones de euros. Son sumas que provocan sonrojo si tenemos en cuenta las cantidades que se han tenido que recortar estos años en servicios fundamentales. La conclusión que debemos sacar es que las cosas se hicieron muy mal durante las épocas de bonanza, pero que el panorama no mejoró cuando ya se apreciaba la magnitud de la tragedia. En lugar de intervenir con celeridad como se hizo en otros países, se exhibió la falsa imagen de que gozábamos del sistema bancario más sólido del mundo (Zapatero, septiembre 2008), para posteriormente garantizar que las ayudas para sanear las entidades no costarían un euro al contribuyente (Guindos, junio 2012). Y todo es más lacerante cuando casi nadie ha asumido responsabilidades penales por tanto desastre.