La desescalada para dejar atrás el confinamiento de la población es el próximo objetivo del Gobierno de España, después de que la trágica curva haya contabilizado más de 15.000 víctimas. Las opciones sobre cómo empezar la desescalada son tan variadas que generan aún más incertidumbre. No es una decisión fácil. Y cualquier paso en falso puede reavivar un brote que resultaría desastroso.

El presidente Lambán propone con cierta lógica iniciar la desescalada en las zonas rurales que menos han sufrido el zarpazo del virus. La predisposición de Galicia porque los niños salgan de casa para dar un paseo se asemeja a las adoptadas con normalidad por otros países europeos. E incluso el Gobierno de España propone la práctica de deporte al aire libre.

La Comisión Europea, en la otra orilla de la solución, propone confinar a los más vulnerables, especialmente los que estén en las residencias, hasta la comercialización de una vacuna que nadie confía que sea en menos de 12 meses.

Quizá sean prudentes o descabelladas. Nadie será capaz de augurar el éxito de una desescalada que cojea por la ausencia de las cifras reales. Así ha sido desde el principio de la crisis: ninguna cifra ha sido absoluta o real.

La desescalada gradual, al igual que el confinamiento de la economía, se basa en un modelo que carece de un resultado empírico. Los modelos son tan buenos como los datos que los sustentan. El intento de reabrir la economía con las propuestas de desescalada sin pruebas de diagnóstico masivas son irreales.

No sabemos cuánta población está contagiada, tanto con síntomas como sin ellos. Tampoco cuánta población está inmunizada. Ni conocemos aún el comportamiento de un virus en periodos estacionales.

La desescalada planteada por el Gobierno debe aplicarse junto a la realización de test masivos y aleatorios para acumular los datos más concisos. Si no se realiza así, seguiremos a ciegas. España necesita un pulso real de la pandemia.

El Gobierno debe explicar un plan coherente avalado por un comité de científicos, economistas y sociólogos con una base tecnológica. Es importante que desde el Gobierno nos expliquen no solo que hay luz al final del túnel, sino qué luz hay.

Con un 95% de los más de 15.000 fallecidos con más de 65 años, cuando la sanidad se descongestione, urge elaborar una desescalada infalible preservando la salud para reactivar el gran muerto que es la economía del país.