De Venezuela no llegan más que malas noticias. Las últimas, el atentado con drones cargados con explosivos que sufrió el presidente, Nicolás Maduro, en un solemne acto televisado el pasado fin de semana. Maduro salió indemne del atentado, y de inmediato la maquinaria propagandística del régimen acusó a Colombia, Estados Unidos y la oposición de haberlo perpetrado. El miércoles, el propio presidente acusó a los diputados opositores Julio Borges y Juan Domingo Requesens de estar involucrados en él y reiteró que la oligarquía colombiana no es ajena a lo ocurrido, al tiempo que que señaló a un sargento de la guardia Nacional Bolivariana como responsable de la operación y del reclutamiento de once personas . También agregó que a los autores del intento de magniciio les ofrecieron pagarles 50 millones de dólares y que la Fiscalía “tiene un sin número de pruebas”.

Más allá de las sombras que genera el atentado, el Gobierno de Maduro lo ha aprovechado para desviar la atención de la opinión pública de la gravísima situación económica, con una inflación que, según el FMI, podría alcanzar el millón por ciento y con medidas económicas como la de lanzar como moneda nacional un nuevo bolívar soberano con cinco ceros menos que el actual vinculado a la producción petrolífera. Maduro sigue instalado en su retórica encendida y en su numantismo político (la autocrítica «es contrarrevolucionaria» y «antipatria», declaró hace poco el presidente venezolano) mientras el país sigue en caída libre. La búsqueda de un enemigo exterior y de otro interior no servirá para paliar el desabastecimiento de las tiendas ni para mejorar la calidad de vida de los venezolanos. Al contrario, tan solo agudizará la crisis política que se retroalimenta con la económica.

La violencia jamás puede ser la solución a los gravísimos males de Venezuela, tanto si la ejerce el Estado como aquellos que se oponen al régimen chavista que ahora lidera Maduro. Los problemas venezolanos van más allá de la propia figura del presidente, y requieren un plan de choque en el que no caben intentos de magnicidio ni la manipulación propagandística en términos de épica revolucionaria del atentado con drones. La única preocupación de quienes tanto hablan en nombre de Venezuela debería ser contribuir a que el país remonte el vuelo.