El veto decidido la semana pasada por el Kremlin a la importación de productos agropecuarios de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos ha supuesto un aumento de la escalada de la tensión entre Bruselas y Moscú iniciada con la intervención de Rusia en Ucrania en marzo pasado. El veto es la respuesta de Vladimir Putin a las sanciones decididas días antes por la UE en represalia por el derribo el 17 de julio, en el espacio aéreo ucraniano controlado por fuerzas prorrusas, de un avión malasio con casi 300 personas, la mitad de ellas ciudadanos holandeses. Una acción terrorista que conmocionó a Europa y que significó un punto y aparte en la crisis de Ucrania, porque las medidas de castigo decididas por la UE, proporcionales con esa atrocidad, pueden afectar directamente a sectores económicos clave de Rusia y a financieros del entorno de Putin.

Al aprobar estas sanciones, Europa ya daba probablemente por descontada una réplica de Moscú. Pero eso no la exime de la obligación de dar ahora el máximo apoyo y cobertura a los damnificados, es decir, al sector agroalimentario que exporta a Rusia y que ha visto cercenadas de golpe las ventas a ese país. En España, el Gobierno ha cuantificado en 337 millones de euros las pérdidas que sufrirán los agricultores y ganaderos --muchos de ellos, de Aragón-- y ha propuesto, a petición de estos, que la UE se haga cargo de los excedentes de productos generados por el veto ruso. Se trata de una propuesta razonable y esencialmente justa, a la que Bruselas es receptiva.

Aunque las subvenciones al potente sector agrícola son polémicas casi desde la fundación de la Europa comunitaria, hace más de medio siglo, lo que se plantea ante la crisis actual no puede ser considerado proteccionismo sino una defensa de los intereses de ciudadanos que se ven perjudicados por medidas políticas que escapan a su capacidad de decisión y control.

En todo caso, el grave contencioso con Moscú coloca de nuevo a los países de la Unión Europea ante la necesidad de mantener una política exterior unitaria y contundente en defensa de sus intereses, una de sus grandes asignaturas pendientes. La osadía de Putin requiere firmeza e inteligencia por Bruselas. El apoyo que dé al sector agrícola en esta crisis será un indicador de hasta dónde está dispuesta a plantar cara ante al zar del Kremlin.