Hace una semana se armó tal bronca en el Congreso de los Diputados que algunos recordaron los momentos más álgidos de líos y descalificaciones habidos en los últimos años de mandato del Partido Popular. Rajoy y los suyos versus Zapatero y los suyos depararon una nueva opereta de ocurrencias, gritos, pataleos y esgrimas dialécticas, cuyo objetivo parecía más el ridículo del contrario que la propia razón. ¿Motivos? Aparentemente, la inmigración, pero daba también la impresión de que para algunos diputados los inmigrantes no dejaban de ser una especie de cromos intercambiables y arrojadizos y unas cuantas cifras estadísticas.

Así, entre pitos, flautas y chuflas varias, el presidente Zapatero colocó como quien no quiere la cosa en el centro del hemiciclo que el Partido Popular, en virtud de su pasada política sobre inmigración, había dejado en España a 800.000 inmigrantes irregulares (es decir, "sin papeles" ni permisos documentados), que debían unirse a los 1,7 millones de inmigrantes que cuentan con los permisos reglamentarios. Salieron también a relucir los 25.000 ecuatorianos invitados por Mayor Oreja a un viaje de ida y vuelta a su país para regularizar su situación o los 250.000 inmigrantes a los que el Gobierno popular creyó poder hacer presentables si podían mostrar algún contrato escrito, por ejemplo, un simple contrato de la luz. Es decir, muchas cifras y muchos cromos.

Haciendo un alarde de lúcido cinismo, Stalin afirmó un día que por lo general 1.000 muertos sólo forman una estadística , pero si uno de esos muertos es de la propia familia se convierte en una tragedia. Pues bien, la semana pasada en el Congreso de Diputados español dio la impresión de que no se estaba hablando de seres humanos, sino de álbumes de cromos y de columnas interminables de cifras.

Por otro lado, más allá de los niveles institucionales, se está creando también entre determinados estratos de la ciudadanía española que se tiene por gente de orden y bienpensante, pero que a menudo bordea los límites de la tosquedad mental y reaccionaria, una actitud de rechazo y hostilidad contra casi todo lo que les suena a extranjero-muerto-de-hambre (frente a los extranjeros--ricos--y--socialmente--guapos, que les parecen de perlas). Antes torcían el gesto con los sudacas , pero ahora expresan su rechazo con los "moracos" y los africanos en general. En la cabeza de esos ciudadanos no caben ya más tópicos, prejuicios e ideologías troglodíticas. Viven el fenómeno social de la inmigración como si se tratase de un ataque de mal gusto a las esencias hispanas (para ellos tan próximas al trasiego de sus bolsillos y cuentas corrientes). Ignoran que países de la UE como Alemania, Bélgica o Francia tienen un porcentaje más alto de inmigrantes en relación con el total de la población, y aún no han zozobrado. Creen y dicen que España está padeciendo una peligrosa invasión extranjera, por lo que, indirectamente, lanzan mensajes sobre la necesidad de tomar "medidas urgentes" y de enrolarse en una nueva cruzada contra el enemigo invasor. Uno de tales ciudadanos es el expresidente José María Aznar.

Sonroja la reciente conferencia de Aznar en la universidad norteamericana de Georgetown (¿esta es la calidad de la enseñanza propugnada por el PP y su LOCE?). Sobrecoge pensar que hemos estado durante ocho años en manos de semejante energúmeno mental. Resulta asimismo preocupante que presida la FAES, es decir, uno de los órganos ideológicos principales del primer partido de la oposición. Aznar ha colocado el origen del problema del terrorismo y de Al Qaeda en la ocupación árabe de España y "la invasión de los moros" en el siglo VIII. O sea, que, según esto, los de las pateras son para él una especie de mandados de los almohades y los almorávides. Lo cierto es que Aznar nos ha convertido a todos en descendientes directos de inmigrantes e invasores, visigodos y romanos incluidos, lo cual, además de estar muy bien y ser cierto, explica su pelo oscuro, su bigote a medio hacer y su risita ladina. Corren por ahí libros que afirman que Hitler descendía de una señora judía. ¿Descubrirá también la historia que don José María Aznar López, al igual que el cien por cien de españoles (salvo alguno que pretende llevar a su aire su RH por ahí suelto), desciende, entre otras etnias, pueblos y culturas, de invasores, ocupantes, infieles, terroristas in pectore, simpatizantes de Al Qaeda o amigachos de Ben Laden?

*Profesor de filosofía