Los señores presidentes del País Vasco y Cataluña, ovejas negras del Estado Autonómico, no tuvieron a bien asistir al desfile de la Hispanidad, el pasado día del Pilar, en Madrid. No han ido nunca, porque consideran que ese acto representa a un Estado, el español, al que no reconocen. Sí, en cambio, lo identifican y respetan en la comisión de Economía del Congreso de los Diputados, cuando van a dar el sablazo para arramblarse cuarto y mitad de los presupuestos generales, pasando por encima de cualquier otra necesidad o autonomía.

¿Cómo acabar con este doble juego de Quim Torra e Iñigo Urkullu, políticamente perverso, pero parlamentariamente legítimo? Hasta la fecha, y van cuarenta años de extorsiones, ni los presidentes del Gobierno ni los partidos constitucionalistas han sido capaces de poner freno a los sistemáticos abusos de los nacionalistas vascos y catalanes, a su permanente chantaje a las instituciones del Estado.

Pedro Sánchez, lejos de arreglar el roto, lo ha descosido un poco más, agrandando el agujero negro por el que el dinero de los españoles es succionado, para fines muy discutibles, hacia las dos comunidades con ínfulas independentistas, donde se convierte en herramienta de adoctrinamiento y división.

Sin embargo, Albert Rivera acaba de lanzar una regenerativa idea que parece interesante. Tiene que ver con el 3%, pero no con el que venían cobrando los colegas de Jordi Pujol, sino con el umbral mínimo de representatividad para acceder a los escaños del Congreso. De aprobarse esa norma, ningún partido con menos del 3% de los votos, en el cómputo nacional, podría aspirar a disfrutar de una representación parlamentaria susceptible de hacer depender de su voto, o de su puñadito de votos, decisiones de rango estatal.

Porque hoy, increíblemente, los cuatro gatos del PNV pueden decidir y deciden cuál es el modelo fiscal del Estado español, con qué impuestos gravar o no a los españoles, mientras ellos, estos insolidarios vascos de pela y chapela, estos indepes con cuenta en Andorra se benefician de una serie de ventajas forales.

¿Saldrá adelante la idea de Albert Rivera? Ojalá, pero mucho me temo...