Tras las elecciones de abril, se podían oír mil argumentos, ideas y relatos cuando escuchabas a cualquiera, pero si había un consenso en la calle era: «Que se pongan de acuerdo y no tengamos que votar otra vez». Era obvio para cualquiera que quisiera escuchar. Lamentablemente los dirigentes políticos (de todos los partidos) suelen rodearse de aduladores, que les dan la razón en aquello que dicen y suelen considerar la sana crítica o voz discrepante como una traición. Esto es terrible, no ya por razones éticas, sino porque impide en muchas ocasiones que puedan entender cosas tan simples como «no queremos votar otra vez».

A la democracia se le critican muchas cosas: que si la falta de información de los votantes, que si la manipulación, que si los poderes fácticos están detrás, que si luego hacen lo que les da la gana y un largo etcétera muy conocido y manido pero no por ello falto de realismo. Sin embargo la democracia tiene tres grandes virtudes.

La primera gran virtud de la democracia es que hace escuchar incluso a los que no quieren oír, y si no, que se lo pregunten a Albert Rivera, a los 40 diputados de Ciudadanos (seguramente del sequito de aduladores) que han perdido su trabajo, y al propio partido Ciudadanos que lleva camino de parecerse a UPD.

La segunda gran virtud de la democracia es que hace ver a los que no quieren mirar. Que rápido han pactado esta vez Sánchez e Iglesias, No han hecho falta ni reuniones inacabables, ni consultas con el Rey, ni vetos, ni vicepresidencias con el CNI, ni pastillas para dormir. Solo les ha hecho falta ver las barbas de Albert Rivera.

Finalmente, la tercera gran virtud y más importante de las tres es, que provoca cierto miedo en los políticos electos (desgraciadamente menos del deseable). Rara vez en sociedades complejas como la nuestra aparecen consensos claros (ojo que algo sea de consenso no quiere decir que sea sensato ni bueno), pero cuando aparecen, en democracia no les queda otra que seguirlos o ir al barbero.

Para acabar la columna de hoy quisiera agradecer a Albert Rivera la oportunidad que nos ha dado a los progresistas de este país de ver un gobierno con presencia de la izquierda. Y por si les sirve a Sánchez y a Iglesias, les transmito el nuevo clamor de la gente progresista de este país: «Por favor, que no la caguen».

*Profesor y economista