Cuando te crecen los enanos no hay duda de que diriges un circo y la mala suerte se ha cebado en ti.

Pedro Sánchez no podía seguir siendo durante mucho tiempo Blancanieves sin irritar a Maléfica. De sus siete enanitos, Gruñón (Gabriel Rufián) ha sido el primero en salir de la casita común enarbolando la manzana de la discordia. Mocoso (Quim Torra) y Dormilón (Aitor Esteban) le han seguido para confinarse en el bosque. El resto, Mudito (Baldoví), Sabio (Errejón), Tímido (Guitarte) y Feliz (Iglesias) se han escondido en la urna de la duda. Algunos se quejan de hambre, desatención, abandono. Nadie habla con ellos, nadie les da de comer ni por la noche les cuenta cuentos y arropa con el edredón, como hacía Pedronieves cuando les invitó a construir su castillo de sueños. Dormilón hace días que no lleva monedas de oro al País Vasco, Gruñón no tiene leña para calentar Cataluña y los siete temen que el dragón de la oposición venga a desahuciarlos de la casita del bosque encantado, donde tan hermosos días pasaron cuando la mágica legislatura arrancó, pero adonde pronto llegaron primero las magas y luego las plagas. En vez de reír y cantar con la primavera en flor, Blancanieves descansa en la uci de cristal, a la espera del beso del príncipe. Es ahora Maléfica quien manda sobre los animales del bosque, los insectos, las arañas, los murciélagos, los virus… y también sobre los siete enanitos.

¿Cómo terminará este cuento?

En el relato de Aragón, en cambio, la floresta no guarda tantos maleficios ni secretos. Los consejeros del Gobierno autónomo han aislado las zonas umbrías, el insano lodo, y abierto caminos y cortafuegos para impedir que el humo que asfixia y ciega, que el fuego que divide y destruye llegue a las casas. Los concejales de las grandes ciudades hacen de forestales en las selvas de asfalto y todos, desde el presidente hasta el último alcalde, unen fuerzas y voces a la espera de que las negras sombras de la muerte se aclaren en verde esperanza.

Los aragoneses están contando mejor esta historia, aunque sea de terror, y por eso es posible que acabe antes y mejor que en otros lugares del reino como la corte de Madrid, sede de todos los cuentos.