En el capítulo de fundadores de la novela negra, ahora que el género está tan en boga, no debemos olvidar a todo un clásico como S.S. Van Dine. Consciente de la originalidad y relevancia de su obra, el sello Reino de Cordelia ha comenzado a recuperar su serie de Philo Vance, un investigador tan lleno de recursos que en su momento llegó a competir con el mismísimo Sherlock Holmes. No en vano fue algo más que una mera casualidad el hecho de que la interpretación cinematográfica de ambos personajes recayera en el mismo actor: Basil Rathbone.

Los asesinatos del obispo, el título recién aparecido en librerías, plantea un misterio a la altura y sofisticación de Vance: el asesinato en un ambiente privilegiado de Nueva York de uno de sus más ilustres ciudadanos, que aparecerá en su jardín atravesado por una flecha procedente de una colección de armas antiguas. A partir de ahí, la policía neoyorquina volverá a contar con Vance, como ya había hecho en anteriores enigmas, a fin de beneficiarse de su certera intuición como infalible sabueso de rastros criminales.

Entre las características de Philo Vance destaca su alto nivel cultural. Algo poco común en la estirpe de detectives norteamericanos, desde Sam Spade al teniente Colombo, cuya relación con las bellas artes era más bien anecdótica. Vance, por el contrario, se mostrará como un amante de la literatura y la música y como un asiduo viajero a Europa, cuyos museos y bibliotecas recorrerá con proyectos de mecenazgo financiados por su propia y filantrópica fortuna.

Asimismo los casos en los que intervino Vance, hasta doce, condensados en otras tantas novelas cuyas ventas ascendieron a millones de ejemplares en numerosos países, se caracterizaron por sus referencias culturales, históricas, en base a reliquias, enigmas, restos arqueológicos, problemas lingüísticos, matemáticos o religiosos tan del gusto de Vance como de los lectores que le siguieron entonces y le seguimos hoy en día con placer por los laberintos del alma humana en sus paradojas estéticas y morales.

Una lectura clásica para gozar a fondo este verano con los suculentos placeres de la intriga moral y de la belleza formal, entendido el asesinato como una de las bellas artes.