En la vecina Francia está siendo un éxito El negacionismo económico de Pierre Cahuc y André Zilberberg. Subtitulado como Un manifiesto contra los economistas secuestrados por su ideología, acaba de ser traducido al español por la editorial Deusto.

El ensayo cuestiona seriamente algunos de los principios fundamentales, y hasta hace poco prácticamente inamovibles, que han venido rigiendo las finanzas francesas (y de otros países occidentales), desde hace décadas, tanto bajo gobiernos progresistas como conservadores. Cuestiona las aportaciones de dinero público a los llamados sectores estratégicos, por considerarlas inútiles.

Los autores, Cahuc y Zilberberg, no se limitan a teorizar, sino que explican sus argumentos mediante ejemplos.

Sería el caso del fracaso de Quaero, una plataforma multimedia que iba a ser capaz de competir con Google y que, tras recibir 90 millones de euros de subvenciones por parte del gobierno francés, ni siquiera llegó a levantar la persiana.

El negacionismo económico aporta otras muchas paradojas, históricas y contemporáneas, sobre el falso funcionamiento de las leyes económicas.

La estrategia negacionista --negar la evidencia en nombre de intereses propios-- es un fenómeno que ha existido siempre. Ya las grandes tabacaleras ocultaban la relación entre los cigarrillos y el cáncer de pulmón, conclusión a la que habían llegado en los años cuarenta algunos médicos alemanes, pero que se desdeñó al venir avalada por científicos nazis. Las tabaqueras practicaron durante décadas un negacionismo que les reportó pingües beneficios. Todavía hoy siguen desmintiendo que causen enfermedades y combatiendo cada demanda, cada denuncia.

Cahuc y Zilberberg aplican su lúcido análisis a toda suerte de verdades establecidas, que acaban revelándose, cuando menos, como francamente discutibles, y recuperando antiguas tesis que el sistema había dado por periclitadas.

Como aquella teoría que relacionaba el salario mínimo con la pérdida de empleos, sofisma que ha venido sirviendo a innumerables gobiernos para congelar los niveles salariales de los trabajadores. Los autores aconsejan asumir que «la economía funciona como cualquier otra ciencia experimental, y que combatir el negacionismo no supone aceptar los dogmas del sistema liberal». Interesante.