Hay días en que da por pensar en la cantidad de asuntos oscuros o sospechosos que en los últimos años en España hemos ignorado, admitido, consentido, aceptado, permitido o tolerado. Cuántas veces los ciudadanos habrán leído en los medios de comunicación (cuando hemos hecho nuestro trabajo, cosa que no siempre ha ocurrido) noticias de algún cargo político con un pasado turbio, un presente judicializado y un futuro sin demasiadas consecuencias negativas para él. Cuántas señales de alarma han pasado por delante de nuestros ojos y no hemos visto o no hemos querido ver. Cuántas veces nos han engañado o cuántas veces nos hemos dejado engañar.

Cuántas veces al tirar de hemeroteca (sí, bendita hemeroteca) pensamos que ya se veía venir, que lo que está pasando ahora ya se nos estaba anunciando en forma de declaraciones, que ese que parecía un pillo o un listillo es ahora un tipo que está imputado y que tiene que explicar ante un juez de dónde ha sacado todos esos millones. Cuántas veces hemos escuchado eso de "estoy encantado de que me imputen porque así podré defenderme". Cuántas veces los suyos (no todos, pero sí algunos e importantes) le han reído las gracias, le han jaleado y hasta protegido. Cuántas veces hemos tenido que aguantar eso de "todo es falso" o "ese medio ha iniciado una campaña contra mí". Cuántas veces habremos dudado de si es realmente una campaña porque ese medio ya sabemos de qué pie cojea. Cuántas veces hemos pensado después que quizá un juez no sea parte de esa campaña sino que solo quiere investigar y saber lo que ha pasado. Y cuántas veces hemos comprobado que los hechos son los hechos y que ese tipo era un corrupto, que ni campaña, ni medio, ni de qué pie cojeas. Solo un delito. Solo. Cuántas veces habremos pensado "todos los políticos son iguales" y cuántas veces habremos condenado al justo por culpa del pecador impresentable que ya no es solo uno, ni dos, ni tres, sino demasiados. Leí el otro día una breve reflexión en solo 140 caracteres del escritor Benjamín Prado que me conmovió por ser tan certera como obvia. Decía Prado: "Mi pregunta de hoy es: ¿la democracia consiste en aguantar cualquier cosa que pueda hacerte el partido al que has votado, sea lo que sea?". Ese es uno de los dramas de este país. Que los deslices-errores-delitos de los otros suelen magnificarse, y los propios, justificarse.

Y otro de los dramas es que por más vueltas que le damos a la palabra democracia la única conclusión es que no es lo que esperábamos de ella. Pero soy optimista. Hemos vaciado entre todos (unos más que otros, sí) el término tanto que ya solo queda volver a darle sentido y apellidos como honestidad, transparencia, responsabilidad... y añadan ustedes lo que consideren.

Periodista