En su día flipé con el nombramiento de la zaragozana Mercedes Gallizo, ex-militante del Movimiento Comunista y luego de Izquierda Unida-Nueva Izquierda y finalmente del PSOE, como directora general de Instituciones Penitenciarias. Transitar desde una juventud en la clandestinidad antifranquista hasta una responsabilidad política en pleno corazón del aparato del Estado permite visualizar el recorrido que sí tenía la famosa Transición. Aunque en su momento, en el 78, aquello no convenciese demasiado a la propia Merche, defensora ardorosa e inquebrantable de la bendita ruptura democrática que nunca llegó (precisamente por el peso determinante que tenían en la correlación de fuerzas de aquel entonces militares, policías y otros administradores de la violencia constitucional).

Gallizo lo hizo muy bien en situaciones delicadas. Administró las prisiones con humanidad y visión. Sus amigos nos sentimos orgullosos de ella. Y hete aquí que ahora aparece otro excamarada: el magistrado almuniense Feliz Azón, elevado por el gobierno Sánchez a la Dirección General de la Guardia Civil. Cuantas vueltas da la vida, compañeros.

Bueno... Félix era de los míos: de la onda Larga Marcha--PCU--PT. Y aunque su carrera judicial ha sido magnífica y está avalada por una indudable solvencia profesional, no deja de resultar gracioso que vaya a ser nada menos que el jefe de la Guardia Civil. Si se lo dicen al propio Azón hace cuarenta años, se parte de risa.

La gente recuerda el advenimiento de Luis Roldán, el primer civil al frente de los tricornios. Pero aquel fenómeno nada tiene que ver con los casos que comento. El susodicho ni era de izquierdas ni profesaba ideología alguna. Fue un producto típico de la apresurada reinvención del PSOE en la segunda mitad de los Setenta. Carecía de escrúpulos, de formación y de principios. Precisamente su ascensión a la cúpula del poder fue un ejemplo de cómo se pervirtió la Transición. Merche y Félix representan lo contrario: el juego que debiera haber dado el 78... bien entendido y mejor manejado.