Conservo la suficiente cordura como para no dar por hecho que esta crisis fuera a hacernos mejores, así sin más, sino porque, tal vez, nos diéramos cuenta de que podríamos encarar las cosas de otra manera. Las personas en general sí, la gente corriente y sin oscuras intenciones aprovecha cualquier oportunidad para ser mejores personas. Aunque eso no puedan entenderlo quienes piensan con refranes, con su río revuelto y el ascua pegada a su sardina.

Hemos sido buenos y ejemplares, hemos sabido ver los nombres propios detrás de las cifras de fallecidos y hemos comprendido que esto iba en serio. Hemos agradecido el silencio para dialogar un poco con nosotros mismos, con nuestros temores y nuestras esperanzas, con las cosas que importan.

Por eso, tal vez, seamos ahora tan sensibles al griterío y nos asomemos con más precaución a las noticias, sin poder creer lo que leemos y nos decimos que es falsa la creencia de que cada pueblo tiene lo que merece, sino que algunos representantes, sencillamente, no nos merecen.

En once semanas deberíamos haber aprendido que da igual lo que diga o proponga el gobierno. Tengo la sensación, más bien certeza, de que un importante sector de la oposición pregonará lo opuesto. Por eso me parece irresistible usar la táctica de pedir lo contrario a lo que se espera del niño. Estoy convencido de que si al gobierno se le hubiera ocurrido levantar el estado de alarma también habrían votado en contra. Dan un «no» confiados de que saldrá un «sí». O son más irresponsables de lo que pensamos.

Qué ocurriría si la nueva petición de prórroga, ojalá que la última, no fuera apoyada por la mayoría necesaria. Sería un feo al gobierno, sí. Pero me pregunto si volverían a llevar esta decisión a los tribunales, a quejarse de que autorizaron desescaladas, manifestaciones y partidos de fútbol. Parece absurdo, pero más lo es pensar que el 8 de marzo se podían haber prohibido las marchas y aquel mitin ¿Bajo qué marco legal? Si en pleno confinamiento colapsan la calle por la que circulan más ambulancias al grito de España y Libertad, usando estas palabras como armas, soltándolas con tanta furia que entran unas ganas locas de hacerse portugués. Exigen libre expresión quienes más la odian, libertad para manifestarse y para denunciar a quienes les permitan manifestarse poniendo en peligro su salud.

No todos somos mejores, pero la amplia mayoría, sí. Con tanto ruido, ha cambiado hasta la forma de ser patriota, porque se ha visto cómo en los últimos años nuestro sistema sanitario era diezmado por los recortes, cómo en dos meses decenas de profesionales caían muertos por España. Cómo vamos a aplaudir que se destine suelo público para una clínica privada. No nos faltan hospitales, nos falta personal para atenderlos, y el que está en primera línea se encuentra exhausto tras la batalla. Un minuto de silencio por los caídos.

*Profesor