Dicen que en el Reino Unido la familia real llama a la Corona la firma. La empresa. Una compañía con siglos de actividad cuya producción no se encuadra ni en el sector primario, ni el secundario, ni en el terciario. Todos ellos hoy, azotados por el paro. A lo mejor es en el cuaternario, un concepto del PIB que está por descubrir y al que no se bautiza para evitar suspicacias con el periodo geológico que se inició hace 1,64 millones de años con el Pleistoceno--que abarca la época glacial-- y que dio paso al actual, el Holoceno, ya con muchos hielos en retirada y un ambiente que permitió la organización social del hombre, la civilización. Un caldo de cultivo ideal para el desarrollo de la empresa familiar, fórmula societaria que como sus herederos advierten entra en riesgo a la tercera generación: El abuelo la levanta, el hijo la mantiene y el nieto se la gasta. Por el norte, más fresco, duran más las etapas, no solo las mercantiles coronadas, también las del estado del bienestar que aunque se aceleren a la baja por el cambio climático que niega el primo de Rajoy, mantiene glaciares de protección social espesos que tardan más en derretirse. Si todo marcha, mal que bien, se deja que el consejo de administración con carroza vaya de palacio en residencia. Pero si al calentamiento global se le suma el local en una latitud socarrada por la corrupción, la injusta distribución y el apoltronamiento evolutivo, se comprende que salvar una pyme de seis empleados no genere entusiasmo cuando hay seis millones por colocar. Periodista