La liberación del poeta Raúl Rivero y de otros disidentes cubanos es una excelente noticia. Pero la aplicación de medidas de gracia tras la presión internacional no puede hacer olvidar que la sola existencia de la figura del disidente y del delito de opinión son vergüenzas propias de los sistemas autoritarios. El giro de la política exterior española para tender puentes con el Gobierno de Fidel Castro ha sido criticado como un supuesto gesto legitimador de su régimen. Pero, como demuestra esta excarcelación, la simple reapertura del diálogo, apoyada explícitamente por la UE, ha conseguido resultados tangibles, mientras la línea dura del anterior Gobierno español no hizo más que empeorar la situación de los 75 disidentes que acabaron siendo encarcelados.

También respecto a Cuba fue un error el alineamiento excesivo con esa política exterior de Estados Unidos que, mantenida durante más de 40 años, ha encerrado en sí mismo al régimen castrista mientras perjudicaba a la población civil. Las necesarias reformas democráticas no llegarán precisamente llevando aún más lejos el bloqueo. La política es algo más que una simple utilización del palo. Eso sólo acerca a lo peor que hace Castro.