Lo que verdaderamente me gustó de la histórica noticia de la llegada del hombre a la luna fue la canción con que el equipo de realización de TVE acompañó las imágenes de los astronautas. Era el Cuéntame que el grupo madrileño Fórmula V había lanzado a comienzos de aquel verano del 69, alcanzando un éxito estelar. Una feliz selección musical por cuanto el presentador del informativo que emitía desde los estudios de Prado del Rey (Jesús Hermina --imagen plena de modernidad-- nos lo contaba todo desde EEUU) hacía un paralelismo entre la letra de la canción: «Cuéntame cómo te ha ido en tu viajar / Háblame de lo que has encontrado en tu largo caminar…» con el viaje de 768.800 kilómetros (ida y vuelta) que, de la Tierra a la luna, habían realizado los astronautas integrantes del Apolo 11: Michael Collins, Buzz Aldrin y Neil Armstrong. Este último, el primer ser humano en manchar sus botas de anortosita, el polvo lunar que cubre la práctica totalidad de la superficie de nuestro satélite, y que al igual que el hielo flota en el agua, flotó hace más de 3.800 millones de años sobre el inmenso océano de magma que en sus inicios fue la luna.

Porque la teoría actualmente más aceptada es que nuestro satélite, como en la canción del programa infantil Un globo, dos globos, tres globos, pudo haber sido «un globo que se escapó» de nuestro planeta, cuya formación, al igual que el de nuestro sistema solar tuvo lugar hace 4.500 millones de años. En sus orígenes la Tierra habría tenido un tamaño mucho mayor al actual, hasta que poco tiempo después de su nacimiento, otro planeta -quizás de un tamaño similar al de Marte- chocó contra él, desgajándose de la suya una gigantesca masa de magma que salió despedida a decenas de miles de kilómetros. Aquel magma de rocas incandescentes adquirió la misma esfericidad que la Tierra, y quedó orbitando en torno a ella. Y a pesar de ser un matrimonio bien avenido, -pues la luna es esencial para la existencia de vida en la Tierra, y causante de las mareas en los mares- nuestro satélite se aleja de nosotros unos 4 centímetros por año.

Entre las anécdotas de esta odisea se encuentra la de que Buzz Aldrin (el segundo de los astronautas que dejó su huella en suelo lunar) fue la primera y única persona que, como fervoroso cristiano, celebró una ceremonia religiosa y comulgó en la luna. Así mismo, la misión Apolo 11 dio pábulo a delirantes teorías por parte de los lunáticos convencidos de la existencia de seres que habitaban en la luna. Y todo, a raíz de una grabación en la que Armstrong, ya con los pies en la luna, exclama asustado: «¡Oh no, Dios mío, ya están aquí otra vez!». Pero no se refería al avistamiento de presuntos selenitas sino a algo mucho más humano: gases intestinales que desde hacía algunas horas le mortificaban, y a punto estuvieron de provocarle la primera diarrea del hombre en la luna. De manera que esas palabras iban dirigidas al médico de la misión en Houston, quien indicó a Armstrong las pastillas que debía tomar, evitando así que entrara, por segunda vez, en el Guinness de los Récords. H *Historiador y periodista