Atención, atención, va a empezar la función. Buenos días. Gracias a todos por venir. Vamos a empezar presentándonos. Ante todo, educación. En el cuentacuentos de Mi hermano es un pez (espectáculo basado en el libro homónimo que nos publicó la editorial Edebé, ilustrado primorosamente por Sofía Balzola), los dos escritores, Daniel Tejero y un servidor, nos presentamos como cuentistas. Qué hermosa palabra: cuentista. Creo que nos define perfectamente. Escribimos, leemos y contamos cuentos. Pese a su uso despectivo, peyorativo, es una palabra que nos encanta. Como asimismo nos gustan titiritero, farandulero, payaso… Maravillosas palabras. El otro día tuvimos varios pases de Mi hermano es un pez en un colegio de Caspe, y el cuentacuentos funcionó a la perfección. Salima y su hermano Samir triunfaron por todo lo alto, como llevan haciéndolo una buena temporada. Son los protagonistas de un espectáculo participativo de teatro y títeres sobre los refugiados que funciona a dos niveles: los chavales ven un viaje fantástico, una aventura increíble, muy divertida por momentos, y los adultos vislumbran el fondo dramático que trasluce la historia, llegando a las lágrimas en más de una ocasión. El otro día, tras acabar todos los pases y recoger el material, cuando ya nos volvíamos al coche con las bolsas, la megafonía y demás, con ropa de calle, dos alumnos nos vieron en el patio y se dijeron entre ellos: «Mira, los artistas». Dani y yo intercambiamos una mirada cómplice, como pensando: Bueno, artista tampoco es una palabra fea.

*Escritor y cuentacuentos