Una pareja se levanta a pagar la consumición. Ella encuentra un abultado sobre abandonado y lo recoge. Luego comprueba su contenido. Son billetes de curso legal. Miles de euros, millones de pesetas. Cuatro, más o menos. Los dos se miran y piensan que, a veces, en Navidad la suerte sonríe a los pobres.

Pero no es Navidad, estamos en campaña electoral y los buenos espíritus navideños no se manifiestan en marzo. Dudan, pero deciden devolverlo. El camarero no sale de su asombro pero, en ésas, un parroquiano, concejal del PP, dice que él sabe quién extravió tan curioso sobre. Un rato después regresa con el diputado --también del PP-- Bermúdez de Castro quien reconoce el sobre, lo trinca y se larga sin dar las gracias. El diputado estuvo en el bar antes --o después-- de un mítin, y extravió el sobrecito de marras. Al día siguiente, el diputado jura que sólo iba a comprar una joya para su señora. Que es lo que cualquier diputado del PP hace antes de un mítin: meter en un sobre todo lo necesario para comprarle a su santa un par de brillantes de a varios kilos la pieza a fin hacerse perdonar el trasnoche. Como cada quisque.

¿Corrupción? ¿Financiación ilegal? ¿Qué hace el fiscal? Pues lo lógico: pensar que es un cuento. Como usted y como yo. Un cuento chino. Y, además, tan irreal que muchos medios de comunicación --la mayoría-- ni siquiera se han molestado en considerarlo noticia.

Pudiendo hablar de Carod y de los terroristas, buena gana de andar con cuentos.

*Periodista