Era el Día de Todos los Santos. Cuando llamaron al fotógrafo Ildefonso Sena a las nueve de la mañana solo le dijeron que había aparecido un cuerpo en la playa de Los Lances en Tarifa, Cádiz. Minutos después pudo corroborarlo con sus propios ojos y con su lente. Un joven de unos 25 años yacía tendido boca arriba junto a una barcaza pintada de gris que todavía no llamábamos patera.

Aquella imagen se convirtió en el icono y presagio de lo que estaba por venir durante estas tres décadas. La Guardia Civil apareció allí aquella mañana acompañando a otros cuatro chicos marroquís que habían sobrevivido a una dura travesía. Contaron a Ildefonso, el único que chapurreaba francés, que habían salido de madrugada de la costa de Tánger, en el norte de Marruecos. Aún temblando relataron que el fuerte oleaje volcó la barca en la que iban hacinadas más de 20 personas. Unos cayeron, otros saltaron. La mayoría no sabía nadar. El mar fue devolviendo a las playas españolas a los que no consiguieron cumplir su sueño de cruzar el Estrecho. Las crónicas periodísticas de la época de Arturo Pérez-Reverte, en los informativos de TVE, contaban que los chavales pagaron 20.000 pesetas de entonces, unos 120 euros, por intentar llegar a Europa.

Han pasado 30 años y aquella imagen de Ildefonso Sena ha vuelto a repetirse una y otra vez. Esta misma semana de nuevo. Otra vez en alguna portada de periódico la fotografía de un cuerpo inerte, exhausto, desnudo... el cuerpo de un hombre joven y anónimo ahogado después de ser engullido por el mar y expulsado con furia a la arena. A su alrededor, cuatro guardias civiles, con la mirada triste, tratan de cubrirle a la espera de que se lo lleven. Sus compañeros buzos todavía continúan en el mar buscando cuerpos. Y, esta semana, personal de Salvamento Marítimo pudo rescatar a 15 personas de ese viaje. Sin embargo, 13 siguen desaparecidas y se han localizado los cadáveres de ocho más.

Es la terrible crónica del conteo de muertes producidas en las playas españolas de Granada, Málaga y Cádiz en tan solo una semana. Esta vez hemos sabido que pagaron 1.500 euros por cruzar el Estrecho y que solo la mitad disponía de chalecos salvavidas dentro de la patera. Algunos trataron de desprenderse de la ropa y de los zapatos al ver que caían al agua. No sabían nadar. Dos de quienes les embarcaron en ese mortal viaje ya han sido detenidos en Barbate, Cádiz.

Dice el fotógrafo Ildefonso Sena que aquel primer naufragio de hace 30 años «marcó un antes y un después, porque el mundo puso la vista en el Estrecho y se dio cuenta de la tragedia que sucedía». Sin embargo, tres décadas después no hemos conseguido evitar que siga ocurriendo de la misma manera.

*Periodista