No sé si solo es cosa mía pero tengo la sensación de que en los últimos tiempos todo es política: deporte, cultura, arte... Claro que si todo es política supongo que nada lo es, ¿no? Entonces ¿qué cosa es eso que a día de hoy se hace pasar por política? También es verdad que en su día, hace ya mucho de eso, yo pensaba que las perplejidades iban desvaneciéndose y su lugar era ocupado por seguridades que facilitaban las decisiones del camino. Creía que, con el paso de los años, el sosiego llegaba como por ósmosis. Por lo visto en eso me equivocaba del mismo modo. Igual que erraba al pensar que las perversiones irían si no desapareciendo, sí disminuyendo.

Imagino que hay épocas en las que se confía en el poder apaciaguador de las respuestas, como intuyo que las personas pueden dividirse, a estos efectos en dos categorías. Aquellas a las que las respuestas no les han decepcionado -en cuyo caso la búsqueda se detiene- y aquellas otras a las que, en cambio, las respuestas obtenidas no han satisfecho sus curiosidades, sus preocupaciones, sus necesidades en definitiva. Mucho me temo que en el segundo de los supuestos a partir de ahí comienza a darse eso que Hannah Arendt denominó «solitud» que no soledad. En ambas se produce una ausencia de compañía pero es solo en la primera en que dicha ausencia se debe al ensimismamiento provocado por la búsqueda de preguntas y respuestas.

A mi juicio sería bueno que esa cavilación tan propia de pensadores y filósofos, requisito obligado y condición previa a casi cualquier creación científica, artística... acompañase o hubiese acompañado a nuestros representantes políticos presentes o en ciernes. Por eso llama poderosamente mi atención el hecho de que, cada vez más, como si de un casting publicitario se tratase, las listas electorales de prácticamente todos los partidos y en todas las circunscripciones se han ido llenando de personas que, o bien por su edad o bien por sus perfiles, parecen no haber dispuesto del tiempo o la urgencia necesaria para esa solitud. Lo cual me lleva de nuevo al principio, ¿qué cosa es esa que se hace pasar por política?

Tal vez, como ocurre en muchos otros ámbitos, la solución no pueda provenir de un monosílabo, tal vez esta respuesta se halle en los grados. No es que no sea política es que también la política puede ser gradual y, en algún sentido, evaluada.

Probablemente pudiera decirse que esta política es menos política de lo que la política llegó a ser en otras etapas. En cualquier caso lo que lamento es que, convertida en el espectáculo con el que, a veces, parece conformarse (sobreactuación, monólogos, eslóganes, tácticas malabares, desfiles…) esta política, paradójicamente, está incurriendo en lo que Chesterton consideraba el mayor de los males: el aburrimiento, al menos a algunos nos aburre. Y el mayor de los pecados, decía el singular inglés, el verdaderamente imperdonable es el del aburrimiento y lo es porque acaba por producir el fin de la imaginación.

Y sin ella, sin imaginación, perdida la capacidad de novedad y búsqueda, estamos perdidos. Lo que no se mueve se muere, tengo entendido, pero solo hay movimiento de preguntas y respuestas después de la solitud.

*Filosofía del Derecho. Universidad de Zaragoza