Nos cuentan que uno de los sectores básicos para el desarrollo de Aragón es el que se mueve en torno al turismo, y en buena medida, es cierto. Sin embargo, todavía queda mucho tajo por cortar. Frente a zonas donde los accesos y servicios varios funcionan bastante correctamente, existen otras que nos remiten a modelos cuasi tercermundistas, no por la calidad de las gentes que se ocupan de trabajar en el sector lo mejor que pueden, con cariño y una profesionalidad más que aceptable, sino por esas infames carreteras rezumando baches, estrechas, peligrosas al grado sumo y que convierten el viaje en una tortura próxima a la que sufrían los viajeros en el oeste americano. En el nombre de la rosa, es decir, del respeto a marcos naturales incomparables, parece que no se debieran modernizar accesos y demás, sin entender que existen fórmulas adecuadas. Los habitantes de lugares tan emblemáticos como Fanlo, Nerín, Secué, Puértolas, etc., han realizado un extraordinario esfuerzo para posibilitar al visitante sentirse casi en el Paraíso. Pero las instituciones aragonesas no están a la altura de las circunstancias, vamos, que los tienen abandonados de la mano de Dios.

*Profesor de Universidad