La mayoría de los españoles llevamos un mes sin dormir por culpa del asunto de Delcy Rodríguez. Es que esto es un sin vivir, un nudo permanente en la boca del estómago, un ataque de ansiedad tras otro. La culpa del aumento del consumo de psicofármacos en España, la tienen Delcy y Ábalos. Menos mal que las derechas unidas han captado la importancia del tema y han desplegado un arsenal de iniciativas parlamentarias y judiciales y que sus voceros en todos los medios nos tienen informados al minuto de cómo evoluciona la cuestión, si fue que sí o que no, si pisó o no pisó, qué llevaba Delcy en sus maletas y en su bolso de mano… En fin, no podemos pensar en otras cosas. Ni siquiera nos queda tiempo para preocuparnos sobre qué puede aportar España impulsando un proceso democrático, como está haciendo ejemplarmente el expresidente Zapatero. Ni mucho menos en conocer las dificultades cotidianas de la ciudadanía venezolana, incluidos los españoles o sus descendientes. Ni tampoco para preocuparnos, por poner un ejemplo concreto, de las dificultades de los aragoneses que viven allí para acceder a los fármacos que necesitan y que siguen padeciendo desde hace años con la pasividad de responsables políticos y el desprecio de trepas burócratas insensibles a su sufrimiento. Seguramente ayudarles no proporcionaría muchos votos y en consecuencia, no merece la pena. Lo que merece la pena es la cabeza de Ábalos y si Sánchez se la entregara a Casado/Arrimadas/Abascal, asunto zanjado. Ya podíamos dormir todos tranquilos. Porque cuestiones como las que ha puesto de relieve el relator de Naciones Unidas respecto a la pobreza y la desigualdad en este país no tienen la importancia suficiente como para llenar las sesiones de control al Gobierno, ni el paro, ni el acceso a la vivienda, ni las pensiones… Así que Ábalos ¡otra vez te quedas en casa!. H *Profesor de universidad