El cinismo que caracteriza a esta sociedad no tiene límites. Y he de empezar pidiendo excusas a los filósofos cínicos de la Antigüedad, cuya oposición al poder ha llevado a que su nombre haya derivado en un adjetivo peyorativo, como, qué casualidad, también ha ocurrido con los sofistas. Dos filosofías que cuestionan los modos sociales tradicionales fueron condenadas al olvido y sus denominaciones convertidas en negativas. Pero en fin, no era de esto, evidentemente, de lo que pretendía hablar.

DIGO que quienes rigen nuestras sociedades, quienes ocupan en las mismas posiciones privilegiadas, se caracterizan por un extremo cinismo, que se manifiesta en que siempre resulta que la culpa de que las cosas vayan mal es de los demás, curiosamente de los de a pie. Recuerden el mantra este que nos vienen repitiendo desde el comienzo de la crisis: habéis vivido por encima de vuestras posibilidades y por eso estamos donde estamos. Sois unos irresponsables. Es decir que, después de bombardearnos todo el día, por todos los medios, en todos los lugares, con el mensaje de que tenemos que consumir, luego la culpa es nuestra por haber consumido demasiado. Después de habernos puesto la vivienda por las nubes (en la época inmediatamente anterior a la Expo en Zaragoza, la obra nueva solo vendía la mitad de los pisos del edificio, para que el mantenimiento del mismo pasara a los propietarios y poder vender más tarde el resto de los pisos todavía más caros), la culpa es nuestra por comprarla. E incluso tenemos la increíble pretensión de mantener una sanidad y una educación gratuitas, cuando eso ya no es pensable, no nos lo podemos permitir. ¡Pero oiga, si la sanidad y la educación son de antes de la crisis y nada tienen que ver con ella!

Pero el mensaje de culpabilización funciona y más si es repetido constantemente. Y así llegamos al colmo del cinismo, que estos días se manifiesta en un anuncio de la Federación Española de Fútbol contra el pirateo de partidos de fútbol. En ellos, la aristocracia de nuestro deporte, los archimillonarios de pantalón corto, nos dice, sin vergüenza alguna, que si los clubes de fútbol van mal es porque pirateamos los partidos y los vemos en tarjetaroja.com o en alguna otra página de internet. Cuando escuché el anuncio, no salía de mi asombro. La culpa de la situación del Zaragoza, por ejemplo, no es de Agapito y de los tejemanejes del PSOE y el PAR, es de quienes piratean alguno de sus partidos. La culpa de la situación del fútbol, de su deuda astronómica, no es de unos pésimos gestores, algunos de ellos, como Del Nido, entre rejas, otros a la espera de acciones judiciales, ni de unos salarios de escándalo que llevan a que exista una casta de deportistas que ganan en un año más de lo que ganaremos en toda nuestra vida quienes les vemos jugar. No, la culpa es del aficionado que quiere ver un partido por la tele y que está harto de que algo que antes era gratis sea ahora de pago. Porque antes, no sé si se acuerdan, el fútbol era gratis. La privatización de las televisiones ha servido para que paguemos por lo que antes era gratis. ¿Les suena? Es lo que pretenden ahora con la sanidad y la educación.

Este es, desde luego, un tema menor. Pero sirve como ejemplo de cómo funciona nuestra sociedad, de lo manipuladoras que son nuestras élites. Está claro que nos toman por idiotas. Habrá que preguntarse si realmente lo somos.

HAY ALGO que desde hace mucho me sorprende en el mundo del deporte. Con la capacidad de influencia que tiene esta gente, qué pocos deportistas, por no decir ninguno, son capaces de utilizar su imagen para denunciar este sistema, para plantar cara a las multinacionales que lo explotan. Siempre instalados en lo políticamente correcto, apesebrados en el capital, participan en alguna campaña de alguna ONG, pero visten marcas que explotan a seres humanos, llevan relojes que cuestan más que la casa de la mayoría de nosotros, cobran salarios indecentes. Y luego se permiten decirnos que la culpa de que el futbol vaya mal es nuestra. Sí, también es nuestra la culpa de la crisis. ¡Anda y que os den!

Profesor de Filosofía, Universidad de Zaragoza.