Todo comienzo de curso político que aboca a unas elecciones tiene en estas el principal referente en las acciones de los actores del sistema. Quedan ocho meses para que las urnas vuelvan a dar una imagen municipal y autonómica de la voluntad de la población, un periodo en el que las siglas se empujarán entre sí buscando el hueco que les lleve a la gobernabilidad. Pero el mapa ya no es el tradicional. La alternancia automática PP-PSOE, que se asumía como una consecuencia pendular del desgaste de la acción de Gobierno aunque se contara con la participación de minoritarios que finalmente decantaran la balanza hacia una u otra formación, ya está puesta en entredicho.

Unos, los populares, son conscientes de la fuga de votos que les atribuyen las encuestas desde una mayoría absoluta en las generales con la que han gestionado tres años de reformas que han empobrecido a la base de la población sin que las definidas como raíces vigorosas aventuren un bienestar que solo se refleja tímidamente en la macroeconomía.

Otros, los socialistas, no ven en esos mismos sondeos ninguna recuperación sensible pese al cambio de líderes que no termina de traducirse en mensajes novedosos que les haga despuntar. Y ambos, casualmente, hasta coinciden en calificar de populista al adversario creciente. Mientras, en el otro curso, el escolar, Aragón solo da becas para libros gratis a las familias que ingresen como máximo 368 euros al mes. Como para coincidir en algo con quien las gestiona. Periodista