T odo lo que se hace se puede medir, sólo si se mide se puede controlar, sólo si se controla se puede dirigir y sólo si se dirige se puede mejorar”. Esta frase del profesor peruano Pedro Mendoza, define una estrategia de evaluación aplicable a todo tipo de proyectos. Es un clásico del marketing y se llama análisis DAFO. Iniciales que indican características internas y externas de una propuesta por medio de una matriz cuadrada. Las siglas que ojean el interior aluden a las debilidades y fortalezas (DF). El resto, hacia fuera, evalúan amenazas y oportunidades (AO). Es un modelo muy visual pero describiré, brevemente, el resultado de mi observación sobre el voto autonómico en Aragón, y el municipal en Zaragoza.

El PSOE tiene la fuerza del poder asentado en el gobierno de Aragón y una buena gestión. Sale con la vitola de favorito. Su debilidad interna viene de la confrontación con Pedro Sánchez de la que salió derrotado Javier Lambán. Ya indicamos la conveniencia de hacer coincidir los comicios, para que el viento a favor de las elecciones generales ayudara al inquilino del Pignatelli, pero sólo Ximo Puig nos hizo caso. Y acertó. Externamente, el eco de la victoria del PSOE es alargado. Mantendrá un sonido positivo, un mes más tarde de que la mayoría silenciosa demostrara ser roja. La gran amenaza es la abstención. El impulso aglutinador que sumó voto de izquierdas para Sánchez no se va a conjurar de nuevo y tenderá a la dispersión o al cansancio. En el ayuntamiento, la nueva candidata socialista impulsa una renovación forzada en la que tendrá que imponerse a la herencia de un grupo municipal que ha coincidido demasiado con el PP frente a Santisteve. Esa misma división, a su izquierda, le hará ser la lista progresista más votada y, si suma, la alcaldesa de Zaragoza. Por su babor las debilidades y amenazas apuntan a lo mismo, la fractura. Es imposible que el electorado vote con el tutorial y la lupa. La fortaleza de ZEC es su alcalde. La debilidad, que nunca se creyeron que gobernaban. La pugna con la presidenta de las Cortes es una mezcla explosiva que sólo puede tener dos consecuencias. Una carambola de precisión que entregue la vara de mando a Pilar Alegría o una bomba con metralla carmesí que dé la alcaldía a la derecha. Susto o muerte. La CHA sueña todos los días con una cifra. Diecisiete mil. Es el gordo de la lotería que separa el cielo de la plaza del Pilar del infierno del pozo electoral de San Lázaro. El número bíblico del señor D´Hont que fija el listón mínimo de votos para que el grupo de Carmelo Asensio tenga concejales. No lo tiene fácil. Pero si no llega, los conservadores tienen más posibilidades de gobernar. Las derechas cuentan con la fortaleza de la suma de siglas que, de forma más proporcional, les hace acariciar los sillones de gobierno. Es una oportunidad común y, a la vez, una amenaza de bronca sobre si el color del tapizado será azul o naranja. Ninguno casa bien con el verde VOX de las bases de ambos asientos. Incluso puede que una de sus patas sea PAR. ¿Hablaremos de las siglas de la tres derechas y media? Los aragonesistas de Aliaga acertaron al no fracasar de la mano del PP, pero erraron en la foto de grupo, con el trío de Colón, junto a la extrema derecha que defiende el trasvase del Ebro. Volver al ayuntamiento es una quimera. Acercarse a la cúpula del Pignatelli, con quien sea, es el objetivo. Ciudadanos aspira a repetir resultados y controlar el flanco derecho, más cercano ahora que una «gran coalición» con Lambán. Los datos dicen que votantes conservadores del PAR se fueron a la formación de Rivera. Y algunos a la de Abascal, en el cinturón zaragozano. Los de CHA acudieron en apoyo del PSOE. ¿Volverán esas papeletas a sus nidos o ya vuelan solas? Pedro Sánchez se ha cruzado en el veto de las alianzas naranjas. Porque Lambán ¿pertenece aún a los díscolos socialistas susceptibles de ser pactados? Dependerá. Si alguien pensó en un cambio de cromos entre ayuntamiento y DGA, que se vaya quitando la idea. La Moncloa, y la militancia socialista, tienen mucho que decir al respecto, como certificó el ministro Ábalos en este mismo periódico. El conflicto entre China y Ciudadanos suena más al toque de un botón de reinicio «sanchista», que al descuido de un Homer Simpson en su central nuclear de la política. Soro ha protagonizado gestión y gobierno autonómico, en la salud y en la enfermedad. PAR y CHA quieren ser la piedra de bóveda de unas alianzas tan imposibles como necesarias. A Podemos le han sobrado diputados y le ha faltado atrevimiento para gestionar. Es, en todo caso, la referencia a la izquierda del PSOE y esta vez querrá gobernar. Pero cuatro papeletas progresistas es un riesgo ¿innecesario? Llegar al tres por ciento es el reto de una IU que ahora se separa, tras ir juntos en las generales con Podemos, y que se vuelve a unir con ZEC en Zaragoza, contra Violeta Barba. ¿Lo entienden? A mí los gráficos se me están volviendo un poco locos. Cada vez se parecen más a un test de Rorschach.

*Psicólogo y escritor