David Arranz no es de Vox, ni del PSOE, ni de Alianza Popular, ni del Partido Comunista, ni del Frente de Liberación de Judea de los Monty Phyton. Es de Twitter, esa coalición donde una buena legión de tontos se reúne con puntual estúpidez para hacerse notar. Nada tiene que ver la ideología con este personaje, ni la xenofobia, ni la homofobia, ni el racismo, ni el poliamor, ni el machismo ni el feminismo. Degradado por sus propios camaradas de la ultraderecha, sigue con el bate de béisbol y las cadenas de juguete a su marcha, azotando las redes sociales con la firme voluntad de erigirse en altavoz del miniescándalo. Quizás, quién sabe en la doblez de estas personalidades ensortijadas, porque en sus sueños más íntimos sueña con ser Víctor Willis, el policía negro de Village People. En realidad, carece del más mínimo peligro aunque haya alcanzado la breve notoriedad que otorga una guinda agresiva sobre el pastel del anacronismo, y como homenaje a la inteligencia sería conveniente no tomárselo muy en serio. No merece un titular, ni una sola línea. Eso sí, Vox debería sacarlo de inmediato de una institución de la notoriedad de las Cortes de Aragón porque desprestigia su imagen y su trabajo. Y si deciden mantenerlo porque es su tonto, pues que lo hagan. Será también su portavoz despendolado y dicharachero por insustancial en la cuenta de las idioteces. Every man wants to be a macho macho man.