En una sociedad como la nuestra en la que prácticamente todo se mide por su utilidad en el corto y muy corto plazo me pregunto ¿de qué sirven los años? Me lo pregunto a mi misma pero también me cuestiono para qué creen los demás que sirven los años. Es evidente que se trata de una forma simple de preguntarse por el tiempo, qué es y qué supone el tiempo. Hay un viejo y conocido dicho español que asegura que «Más sabe el diablo por viejo que por diablo».

Ante las actitudes y trato que algunas personas dispensan a nuestros mayores pienso que: o bien ya no se valora ese «saber» o que el diablo ha cambiado y que la llegada, o más bien «invasión» de las nuevas tecnologías también ha afectado a su forma de ser, estar y operar. A la suya y a la de todos, diría. Compruebo a menudo que el saber se mide hoy en términos informáticos y telemáticos. Sabes lo que sabes de nuevas tecnologías, lo demás apenas cuenta, ¿para qué habría de contar si no me sirve de nada? parece la premisa que más o menos conscientemente flota en el ambiente. Si no ando demasiado errada y las personas acaban valiendo en términos de mercado, y lo que es peor en términos ajenos a él, lo que valen sus conocimientos en ese ámbito, o en algún otro de eficacia práctica inmediata, una parte importante de la población carece de valor a los ojos de quienes así cuentan.

Visto de ese modo y extendiendo la inquietud convertida en piedra filosofal de nuestros días: ¿para qué sirve…? Ustedes bien podrían decirme: si sabes que no sirve de nada ¿por qué qué lo haces?, ¿para qué? Me defenderé: comprendan que alguien como yo que se dedica a la Filosofía del Derecho, o lo que es lo mismo, a reflexionar sobre el fondo, el trasfondo y la forma del Derecho muchas horas de su tiempo, la reflexión se acaba convirtiendo en una de las formas posibles de vida. Claro que ¿de qué sirve la reflexión? Esa sí que es una cuestión compleja, de hecho, esa es la cuestión.

Si queremos que la reflexión forme parte del tiempo de las personas, y eso es en realidad mucho decir, hemos de tener claro y mostrar de qué sirve reflexionar. Con su permiso adoptaré la perspectiva del filósofo para responder: la reflexión, con el silencio y la pausa que exige, es uno de los caminos, –hoy se diría métodos–, para conocerse a sí mismo y solo desde tal conocimiento se puede llegar a otros puntos: conocer a los demás y llegar a ser lo que cada uno es. Esa labor que, según se mire no sirve para nada porque no lleva a ningún destino concreto, palpable y medible, nos impulsa hacia ese territorio llamado equilibrio de cuya utilidad, si ustedes lo tienen a bien, tal vez podríamos ocuparnos otro día. H