Tras gestionar como máximo dirigente del Eurogrupo la ortodoxia presupuestaria del pacto de estabilidad con efectos austericidas en los países de la UE más afectados por la crisis, Jean-Claude Juncker presenta ahora un plan de actuación como próximo presidente de la Comisión Europea con un marcado carácter social, fruto del pacto entre su partido, el Popular Europeo, y los socialdemócratas para apoyar su candidatura. Su agenda en materia de empleo, crecimiento, equidad y cambio democrático presentada ante la nueva Eurocámara, que le confirmó como sucesor de José Manuel Durao Barroso, es un decálogo que ya en el segundo párrafo lamenta que el desempleo juvenil haya alcanzado máximos históricos para constatar que ha habido falta de equidad social y que la legitimidad democrática de la UE se ha resentido. Juncker asegura que no sacrificará en el altar del libre comercio las normas europeas en salud, seguridad o protección social y de datos, ni en diversidad cultural. El líder conservador propone un plan de estímulo de 300.000 millones de euros en tres años, que debe activarse antes de marzo del 2015.

FALTA LA LETRA

La música de este nuevo y necesario enfoque para una Unión mal dirigida y todavía aturdida por una crisis que no previó y gestionó con un alto coste social suena bien a falta de ver cómo se concreta la letra. Más allá de su programa, el político luxemburgués citó a tres grandes constructores europeos, a Delors (dos veces), Mitterrand y Kohl, y ninguna a quien todavía ostenta la presidencia de la Comisión, a Barroso, lo que parece toda una declaración programática. Juncker será además el primer presidente del brazo ejecutivo de la UE que contará con mayor legitimidad democrática al acceder al cargo por representar al partido más votado y no en una componenda entre estados.

Hace cinco años los eurodiputados del PSOE se equivocaron dando su apoyo al aspirante de la derecha, a Barroso, que ha resultado ser el peor presidente de la Comisión. Ahora, negando su voto a Juncker pese al pacto de su grupo socialdemócrata, los eurodiputados socialistas se han puesto en el mismo frente que, por ejemplo, los eurófobos y euroescépticos británicos o los ultraderechistas del Frente Nacional. La primera decisión del nuevo secretario general del PSOE parece repetir aquel error.