El segundo gol del Numancia, a dos minutos del final del partido que disputaba con el Real Zaragoza, se convirtió en el duro despertar de un sueño que había ido creciendo en la afición zaragocista tras la enorme segunda vuelta de su equipo en Liga. Un esfuerzo deportivo, sostenido por una hinchada que pasó del escepticismo de la primera parte del campeonato a una decidida comunión con sus colores y con sus posibilidades de ascenso a Primera. La consecución de la tercera plaza abría las esperanzas. Pero el fútbol sigue siendo un deporte donde gana el que consigue mejor resultado y ese detalle no siempre acompaña al teórico favorito. Sí se acostumbran a cumplir, sin embargo, esas reglas no escritas del fútbol de que quien perdona, pierde. El mazazo en la afición y en el club es enorme, la plantilla tendrá que digerir una derrota que a ellos les tocó sufrir y que no supieron o pudieron evitar. Y la dirección tiene ante sí un nuevo escenario de travesía del desierto en la Segunda división (y serán seis temporadas) que le aboca a un futuro, en estos momentos, incierto. La compleja situación económica del club persistirá al seguir en la división de plata. Y ahora debe comenzar la planificación de la próxima temporada, un reto que abordar con la decepción en el cuerpo. Pero una afición como la zaragocista se merece recuperar la esperanza y volver a armarse de ilusión. Levantarse y seguir.