Tomás Moro en su Utopía, escribió lo siguiente: "Los que no han admitido la religión cristiana no persiguen a los que se han convertido. Pero un recién bautizado se inflamó en su ardor, y aunque yo le amonestaba a que se callase, no se limitaba a exponer con entusiasmo su fe cristiana, sino que condenaba a las demás, llamando impíos a los que no querían adorar a la Santísima Trinidad, amenazándoles con el fuego eterno. Este tal fue preso, no tanto como violador de la religión del país, sino por ser causa de tumultos y de alborotar al pueblo, ya que la norma común es que cada uno profese con toda libertad la religión de su agrado". Moro, al que luego hicieron santo, publicó su obra en 1516, un año antes de que Lutero publicara sus 95 tesis en Wittemberg. Bueno, pues de esta llamada a la libertad que posibilita la vida en común y la constitución de una sociedad plural, algunos no se han enterado o piensan completamente lo contrario. Lo que está pasando en Irak con los fundamentalistas islámicos pone los pelos de punta. Salvando las distancias, en nuestro país de múltiples maneras, sigue vigente el programa político de la CEDA, tal y como lo describe Paul Preston. Entre otras cosas, privilegiar a la enseñanza religiosa. El ministro Gallardón es otro de los que no han leído Utopía, embarcado en un proyecto de Ley del aborto que traslada sus convicciones religiosas al BOE, imponiendo sus particulares creencias a toda la ciudadanía. Visto lo visto, Santo Tomás Moro lo hubiera metido en la cárcel. Profesor de universidad