Se han cumplido diez años desde el momento del crack que hemos vivido, que tuvo su inicio con la caída de Lehman Brothers y su contagio a todos los sistemas financieros del mercado desarrollado y en esta ocasión, como dice el periodista Claudi Pérez, «Cada calamidad económica deja una imagen impactante: si en 1929 saltaron al vacío los ejecutivos desde sus despachos, en esta crisis, los banqueros de las entidades quebradas se han llevado suculentos bonus y el suicidio más sonoro fue el de un pensionista griego abocado a la miseria»; pues ese fue el punto de estallido en 2008, que ya se venía percibiendo al menos dos años antes, aunque en realidad algunos ni siquiera lo veían, como las agencias de calificación y los órganos reguladores, los mismos que daban fe de que todo iba viento en popa, para acabar diciendo, que cada palo aguante su vela, ¡qué maravilla tener organismos tan preclaros!

De cualquier forma, esta crisis ha traído consecuencias que algunos les servirán de aprendizaje y otros, los de más corta memoria, volverán a tropezar en la misma piedra; a los ciudadanos de este país, nos ha costado no solo dejar de avanzar, sino además retroceder con toda claridad, los números no pintan igual para todos, mientras para Estados Unidos, Reino Unido, Alemania e incluso Portugal, han mejorado significativamente sus cifras en lo que respecta al PIB, paro y desigualdad, en relación al inicio de la crisis, España todavía continúa lejos de igualar ese momento, como ejemplo, el paro en 2008 era del 11,3 % y al final del 2017 ya estábamos en el 17,2%; el índice de desigualdad en 2007 estaba en 5,6 y en 2017 terminamos en 6,6, y es que con eso de ser tan religiosos, basamos todo en creer en los milagros y hay que entender de una vez por todas, que es preciso cambiar modelos y no continuar aferrados a los que ya no funcionan en el mundo además de basarnos en efectos externos, precio del petróleo, tipos de interés, turismo multitudinario, etc.

Esta crisis ha sido una ruptura total con el momento que se venía viviendo, porque no solo ha afectado a la economía, ha sido también, social y política; la falta de respuesta de los líderes, nos ha conducido a una sociedad errante, en la que se ha afincado el populismo y el nacionalismo, así que un porcentaje importante de ciudadanos se ha quedado anclado en la confusión y sin un camino que les permita reordenar sus vidas.

Estamos en un escenario, que por educación denominaremos pintoresco; desde la perspectiva de la distribución de la riqueza, el 1% más rico del mundo tiene el mismo patrimonio que el 99% restante, y además contrasta la tan traída y llamada globalización con esas tendencias socio/políticas de populismo y nacionalismo, o sea que por una parte hay una dedicación a quitar fronteras en el mundo y por otra a incrementar su colocación, es posible que hayamos perdido la coherencia que debería mostrar el ser humano.

No hablemos ya de la migración, un desencadenante de sentimientos irracionales, no permitimos que nadie pise lo que denominamos nuestro suelo, y sin embargo tenemos una falta de mano de obra que por envejecimiento de la población en los países desarrollados, no somos capaces de solucionar, esto sin considerar lo que nos debería primar, fraternidad humana.

Un décimo aniversario que no nos trae ventanas a la luz y sí intransigencias y desorientación, deberíamos parar a reflexionar y entendernos un poco más como especie.

*Presidente de Aragonex