Un viejo proverbio dice: «no mires el dedo, mira la Luna que señala». Durante algunos años sirvió para eludir las responsabilidades del periodismo y de los periodistas en las redacciones a las que llegaban los informes de la policía patriótica que dirigía el comisario Villarejo en el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz. Ciertamente, las lunas de Villarejo reunían todos los atributos que el periodismo exige a los hechos para convertirlos en noticia. Todos menos uno, el principal, simplemente no eran hechos. Eran conjeturas en el mejor de los casos y directamente invenciones en el más habitual. Algunos llevamos tiempo diciendo que las fake news no son cosa de las redes sociales sino un elemento consustancial de la condición humana: la propensión a mentir con la habilidad de hacerlo de manera plausible. Porque en las redacciones se consideraba plausible que Venezuela financiara a Podemos o que Xavier Trias tuviera una cuenta en Suiza. La mentira es humana pero ese Estado de derecho existe cuando impide que sea institucionalizada y al servicio de una u otra ideología. Entonces es propaganda, una trampa mortal para la democracia. La habilidad consiste en señalar una Luna que el observador está esperando ver, como sugestionado. Esa era la gracia de Villarejo.

Los amantes de la lunas de la policía patriótica callan estos días. No se les ve excitados como cuando hablan de la manipulación de TV-3 o de las maniobras de Facebook. No les gusta que la verdad eclipse su ensoñación que llegó a ser una verdad compartida por todos. A Iglesias le costó una debacle electoral y a Trias la alcaldía de Barcelona. Pero eso no importa. Los medios no importan si se comparten los fines. El periodismo ha perdido mucha de su credibilidad en maniobras como esta. No solo por acabar publicando noticias que no se sustentan en hechos sino por su incapacidad de adaptarse a la exigencia de transparencia de la mentalidad digital. La ocultación de las fuentes, que fue una de las bases del periodismo industrial, no resiste bien su transformación digital. Una buena práctica podría quedar obsoleta. El open data liga mal con el oscurantismo de los dedos como el de Villarejo. *Periodista