El proyecto de restablecer las reválidas en la enseñanza secundaria se tradujo en una protesta generalizada, sobre todo por parte de los estudiantes que menos ejercen como tales, demasiado acostumbrados a las facilidades. El estudiante no es sino un trabajador intelectual en periodo de formación y es, precisamente, durante los primeros años, el periodo más accesible para la asimilación de conocimientos.

Las reválidas no sólo son un recordatorio generalizado: suponen también un filtro igualitario y justo que dificulta el acceso de los menos preparados a un nivel superior. Un título que no garantice una preparación adecuada se desvaloriza y castiga a quienes lo obtuvieron gracias a sus méritos, especialmente si no disponen de medios para permitirse unos cursos de prestigio en el extranjero o carecen de influencias para adjudicarse un puesto de trabajo.

A la escuela se va a estudiar. Los centros de estudio no son guarderías en las que aparcar unos años inertes ni las aulas pueden ser un ejercicio de dedocracia. En ellas sólo deben contar los méritos de aprendizaje y esfuerzo. Nos jugamos demasiado en la educación.

*Escritora