La llegada del grupo de empresarios aragoneses comandado por Mariano Casasnovas al Real Zaragoza en sustitución de Agapito Iglesias no solo no está generando confianza, tranquilidad y esperanza, sino que está armando un barullo de grandes dimensiones y de unas consecuencias imprevisibles. Esos empresarios, que han demostrado ser unos intermediarios comisionistas, dicen haber pactado un acuerdo para que sea un grupo mexicano ligado al deporte --pero con negocios en telefonía-- el que ponga orden y dinero en la sociedad. Pero aún hay muchos flecos. El tiempo corre y no se divisa una salida viable clara y, entre otras, la amenaza de Hacienda sigue latente. Que hablen todos claro. Que digan quién y cómo va a saldar las deudas y qué va a hacerse y cómo con el equipo. La confusión alimenta los malos pensamientos.