Buena prueba de que la política española está enferma, realmente de gravedad, postrada en un lecho del que parece incapaz de levantarse, es que no responde a los síntomas de ningún tratamiento. Muy al contrario: cuanto más la visitan los médicos del Congreso, más empeora.

El presidente del Gobierno, el cirujano vascular Pedro Sánchez, experto en operaciones y mociones de alto riesgo, a vida o muerte, no quiso intervenir durante el diagnóstico de los Presupuestos Generales. Silencioso, reservado, dejó opinar al resto del claustro.

La mayoría se manifestó contraria a sus tesis, a ese nuevo tratamiento de shock que don Pedro proponía al resto de sus colegas en forma de votación y salvación in extremis.

Estaba muy solo. Su propia médico de la familia socialista, la ministra Montero, desaconsejó utilizar la vacuna contra el independentismo, al no estar suficientemente probada en seres inteligentes, tan solo en subespecies regidas por comportamientos primarios, sectarios.

El resto de doctores con cátedra propia, Casado o Rivera, aconsejaron sustituir la intervención quirúrgica, el bisturí de Sánchez por un tratamiento paliativo, electoral, a medio plazo.

Los titulares de la Cataluña ambulatoria se reservaron para operar en hospitales de guerra política (solo a una batalla multipolar por la independencia puede conducir su actitud). En otro territorio tribal, los vascos volvieron a su rol de médicos rurales, de caserío, con botas de agua para bordear el barro y un maletín en el que ir metiendo las sidras y gosúas de sus agradecidos clientes.

Quedan los chamanes de Podemos y los fisios de Izquierda Unida, más proclives estos a iluminar el quirófano de Ferraz y operar a la democracia a corazón abierto, si las empresas del Ibex no cortan el suministro. Mientras, nuestra achacosa democracia cronifica su reúma y pasa la mayor parte del día en su cama de hospital, con migraña, comiendo poco y recibiendo cada vez a menos familiares y amigos. A veces se la ve caminando por el corredor, con muletas y la bata entreabierta, las vergüenzas al aire, matando el rato con la democracia italiana y la griega, asimismo pacientes de larga estancia.