He vivido un buen número de años del periodo franquista, suficientes para saber que no fue el tiempo histórico por el que debamos sentirnos orgullosos, más bien al contrario. Si de algo debemos estar conformes, y defenderlo sin limitaciones, es de la libertad de ser uno mismo que tenemos las personas, como individuos y ciudadanos, pues de no poder ser así, estaremos lejos de llevar a término nuestro papel en la vida. ¿De qué nos sirve la inteligencia si hay alguien que piensa por nosotros?

Debemos ser capaces de convivir en una sociedad a la que podamos aportar nuestra forma de entender esa coexistencia, no que se establezca casi por mandato divino, somos individuos que debemos definirnos a nosotros mismos, que con el uso de nuestra libertad hagamos nuestro camino y definamos nuestro destino, por eso, las dictaduras no tienen matices, son una perversión del género humano y deben ser cambiadas. ¿Cuál es el mejor método?, la democracia, donde es nuestro derecho decir con libertad: qué y cómo es lo deseado.

Si el 6 de diciembre de 1978 decidimos que íbamos a vivir todos juntos en democracia, que eso significaba derechos y responsabilidades y que el poder, en su verdadero significado, radicaba en la voluntad popular, no rebajemos esto. Debemos hacer un esfuerzo por entender y formar parte activa de la democracia, porque vivir en este sistema no significa que el compromiso sea votar. Es mucho mayor la implicación que se nos solicita; la primera con uno mismo: ser capaces de conformar nuestro propio espacio, de hacer que nuestro papel tenga ese verdadero sentido, que a través de nuestro pensamiento y capacidad conformemos nuestro propio camino para que nadie nos lo dibuje; la segunda: nuestro derecho y obligación a participar en definir el modelo de sociedad en la que queremos vivir, si esperamos que alguien lo haga por nosotros no podremos proclamar cualquier sorpresa y protesta; la tercera: la responsabilidad que adquirimos de transmitir a las siguientes generaciones sus espacios de desarrollo. Esto significa que el medio ambiente en el que nos ha tocado vivir nos aporte el bienestar suficiente para ello y, al mismo tiempo, hagamos de su protección y conservación la seña de identidad. Por tanto, demos el verdadero sentido y valor al hecho de vivir en democracia, a que no debas pedir permiso para ejercer tus derechos y libertades, que lo hagas con el suficiente conocimiento de que ambas cosas implican una responsabilidad para el conjunto y para sus individuos uno a uno.

Han transcurrido 41 años desde que proclamamos la Constitución que nos garantiza vivir en democracia, en la que se reconoce a sus ciudadanos como únicos poseedores de la soberanía nacional, que se conforma una legalidad que otorga las normas de convivencia, que los derechos y libertades que se nos reconocen se integran en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que todos somos iguales ante la ley y que debemos participar de manera progresiva con nuestros ingresos en el mantenimiento del Estado. Eso sí, las haciendas públicas deberán realizar un ejercicio de buena relación con el ciudadano, porque el formato de trato que tiene con él es siempre de culpable. Hagamos el esfuerzo de darle el verdadero sentido que la Constitución le otorga.

*Presidente de Aragonex